CONTRIBUIR A LA CONFUSIÓN

Manuel R. Chávez López


En el siguiente texto voy a exponer un comentario crítico a la conferencia titulada El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor, presentada por Raymond Lotta en la Facultad de Filosofía de la UNAM, en el mes de mayo de 2006. Misma que fue previamente publicada en el periódico Revolución, voz del Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos, números 25-31, 5, 12,19 y 26 de diciembre de 2005, 8, 15, 22 de enero de 2006 y reimpresa como folleto. Para nuestro análisis utilizamos la versión en castellano divulgada en el folleto.

Mi comentario está fundamentado en el marxismo-leninismo-maoísmo (mlm) y tiene como objetivo sentar las bases para un debate serio y profundo entre los mlm, que nos encontramos divididos en torno una serie de problemas fundamentales, tales como el carácter de la revolución democrática, el socialismo, la restauración del capitalismo, la revolución de Octubre, el papel de Stalin en la restauración capitalista en la URSS, la revolución china y la revolución cultural. La polémica entre mlm debe guiarse por el principio de unidad-crítica-unidad, porque se trata de “contradicciones en el seno del pueblo” y de ninguna manera de “contradicciones antagónicas”.

En la introducción, Raymond Lotta (RL), quien se autopresenta como “economista político maoísta”, cuando, en realidad, es “economista” (por su formación académica) y “economicista” (por su posición política e ideológica); nos advierte de dos cosas: la primera, que “Toda una generación” sólo ha escuchado “que el socialismo fracasó y que el capitalismo es lo máximo” y “que el socialismo es una pesadilla” y, la segunda, que esta “‘revisión de la historia’ también ha afectado a muchos intelectuales progresistas”. Puntos de partida con los cuales es muy difícil no estar de acuerdo.

El proyecto “Pongamos las cosas en claro”, que impulsa RL, tiene el propósito de “convertir este ataque ideológico contra el comunismo en un debate enérgico en las universidades” sobre el pasado y futuro del comunismo. La conferencia de RL forma parte importante de este proyecto, arenga que se difundió en varias universidades (y seguro repitió textualmente, como fue el caso de México).

Lo primero que salta a la vista, es una cuestión muy simple: el nombre tan contundente, pretencioso y determinante del proyecto, cuando, a final de cuentas, no cumple de manera adecuada y objetiva con lo que promete: poner las cosas en claro. En efecto, la disertación de RL -con una duración de alrededor de 90 minutos- pretende aclarar varios problemas complejos: “confrontar las mentiras sobre el socialismo, analizar la experiencia y los logros de la revolución bolchevique de 1917 a 1956 y de la revolución china de 1949 a 1976” y, por si fuera poco, plantear la “nueva visión de Bob Avakian sobre el proyecto comunista”.

Hay un dicho popular que dice: “El que mucho abarca poco aprieta”. Creo que la conferencia de RL adolece, de entrada, de esta deficiencia. Son tantos y tan complejos los problemas que se propone dilucidar que, realmente, resulta muy difícil explicar de manera seria y profunda cada uno de ellos en tan poco tiempo, así fuera el mejor ponente (pero, la verdad, luego de 30 minutos de gritos irritantes es complicado seguir con atención el sermón, y más cuando se dirige a un publico que no entiende inglés y, por tanto, debe atender a la traducción simultánea). En consecuencia, RL aborda los temas a vuelo de pájaro, es decir, ofrece una interpretación limitada y superficial, sin rigor y honestidad intelectual.

Pero este asunto no es el inconveniente primordial. La contradicción principal está en la forma subjetiva (antimarxista) que emplea para explicar los temas propuestos (con excepción del último).

Antes de entrar de lleno a confrontar los puntos de vista de RL, también quisiera hacer un comentario rápido sobre el lugar seleccionado para llevar a acabo la campaña de aclaraciones: las universidades. Realmente es de llamar la atención que las conferencias se hayan diseñado para los centros de enseñanza superior y no para obreros y campesinos, barrios populares, centros comunitarios, migrantes, minorías, organizaciones políticas y sociales, etc. En la intervención de RL no hay ningún tipo de explicación sobre esta decisión (y tal vez no tenía porque darla, pero creo que sería de gran utilidad para entender mejor la perspectiva de la campaña). Puedo suponer cuatro posibles justificaciones, aunque corro el riesgo de equivocarme. Primera: los compañeros que organizaron esta campaña están pensando en reeditar las viejas tesis de la década de los sesenta esbozadas principalmente por Marcuse, quien haciendo un incorrecto análisis del desarrollo del capitalismo e incapaz de vincular la teoría marxista con las luchas de las masas trabajadoras, planteó que la clase obrera había sido integrada al capitalismo y perdido todo su potencial revolucionario, por tanto, los estudiantes eran el nuevo sujeto histórico de la revolución y las universidades los escenarios principales de la misma.

Segunda: los compañeros están interesados en trasladar mecánicamente a los EU la experiencia de los movimientos estudiantiles de China (donde, efectivamente, casi siempre jugaron un papel importante en los inicios de los procesos revolucionarios, por ejemplo: 1919 -contra los acuerdos de Versalles-, 1935 -en la lucha patriótica contra el Japón-,1966 -la revolución cultural-).

Tercera: los compañeros están impregnados del marxismo académico o legal, y prefieren la tranquilidad de los salones de clase y auditorios a los escandalosos centros fabriles y malsanos campos agrícolas, o en otras palabras, deciden desarrollar un trabajo político entre fracciones de la burguesía y pequeña burguesía en lugar de obreros industriales y jornaleros del campo.

Y cuarta: los compañeros piensan que los estudiantes universitarios son el receptáculo fundamental de las posiciones anticomunistas elaboradas por la burguesía y todos sus aparatos ideológicos, incluidos los centros académicos. Por ello, las universidades constituyen el corazón del campo de batalla ideológico en defensa del mlm, el socialismo y el comunismo.

¿A quién se dirige Raymond Lotta? Llama la atención que se conozca de antemano el tipo de publico asistente a la perorata: “Hoy está aquí mucha gente que ansía una alternativa a este sistema; que quiere dedicar la vida a hacer algo por el bien de la humanidad”. Se tiene la certeza de que entre la concurrencia no hay personas que llevan años escuchando el discurso anticomunista dominante, con los cuales, por cierto, se piensa dar un “debate enérgico”. De las palabras de RL se desprende que la mayoría de los asistentes son o serán activistas políticos de tiempo completo para la revolución, ya son parte de la misma causa. Así las cosas, el proyecto de discutir para poner las cosas en claro es una farsa, porque a fin de cuentas se habla ante puros activistas convencidos o, en el peor de los mundos posibles, simpatizantes de su posición política e ideológica. Se pretende, entonces, polemizar con quienes se comparte la misma posición sobre los temas a tratar o solamente puntualizarlos para que se hagan preguntas, que no son sino simples pedidos de aclaraciones (como ocurrió en la Facultad de Filosofía de la UNAM).

Una omisión importante. Cuando RL señala que los primeros pasos hacia el comunismo fueron las revoluciones rusa y china, se olvida increíblemente de mencionar la Comuna de París (aunque más adelante se refriere a ella con cierto sentido peyorativo: “Eran los primeros pasos, aparte de la breve comuna de París”, como si la brevedad -dos meses de duración- fuera suficiente razón para despreciarla), Comuna que también sufrió una derrota y fue motivo de inspiración para los revolucionarios del siglo XX, comenzando por Lenin y continuando con Mao Tsetung.

Los problemas serios comienzan precisamente cuando RL se plantea la pregunta “¿Por qué es importante saber la verdad sobre las revoluciones rusa y china?” Porque está en juego el “futuro de la humanidad”, cierto, sin duda. Pero para demostrar que el capitalismo es un “horror” se apoya en datos como los siguientes: la muerte de 35 mil niños cada día, los 3 más ricos de EU controlan “más activos” que el PNB de los 40 países más pobres, el ecobalance de este planeta está en peligro, uno de cada 8 negros de 20 a 30 años está en prisión, incluso, por esa línea de demostración la lista podría ser más larga y contundente. En los argumentos de RL para expresar el horror del capitalismo, no hay, ni por equivocación, una referencia a la terrible situación de explotación que padece la clase obrera en los EU y el resto del mundo: duración de jornadas de trabajo, salarios miserables, condiciones antihumanas de los centros de trabajo, accidentes laborables, formas de contratación, polivalencia laboral, despidos masivos, aumento del ejército de reserva industrial, competencia despiadada entre obreros, primas a la productividad y al buen comportamiento, desaparición de sindicatos y otras formas de organización obrera, modificación de las leyes laborales, subempleo, crecimiento de la población dedicada a la economía informal, etcétera (se deja de lado el secreto más recóndito de todo el edificio social capitalista: las relaciones de producción basadas en el trabajo asalariado, ahí se encuentra el verdadero horror del capitalismo, del que emanan otros más).

La clave del sistema de explotación capitalista no está en la existencia de pobreza, injusticia, discriminación racial-género-religiosa, debacle ecológico, concentración de la riqueza aunque todos sean problemas importantes, no son, reiteramos, la esencia para entender y explicar el modo de producción capitalista. La burguesía puede aplicar -en momentos determinados- políticas económicas para disminuir la pobreza, para reducir la brecha entre ricos y pobres, para ordenar el sistema jurídico, etc., es decir implementar un capitalismo benefactor o con rostro humano con el propósito de evitar la agudización de las contradicciones sociales, o sea, de las luchas de clases.

Recordemos, incluso, que en el siglo XIX algunos pensadores “socialistas” afirmaban que el capitalismo regulado por el Estado burgués era equivalente a un “socialismo de Estado”. Pero la burguesía y su Estado nunca van a desaparecer el trabajo asalariado fuente de pulsvalor y condición misma del sistema de explotación, aunque pueda complementarlo con la reproducción o recuperación de relaciones de producción precapitalistas.

Cómo es posible que un “economista político maoísta” pase por alto lo más elemental de la crítica de la economía política realizada por Marx en El Capital. En los Grundrisse, Marx afirma que el capital es una relación y sólo puede ser una relación de producción. Uno podría pensar que sólo en esta parte del texto se estaría cometiendo esta omisión y que de inmediato sería corregida, pero no ocurre así. Este olvido se encuentra a lo largo del texto. Por ello, sostenemos que se trata de una posición consciente, de una desviación economista o economicista.

En la definición que hace RL de comunismo, el señalamiento a las relaciones de producción se hace de tal forma que pierden toda relevancia y, por otro lado, tampoco aparece ningún comentario sobre el carácter de las fuerzas productivas propias de esta sociedad. Se dice en buen lenguaje lennonista (de John Lennon) que el comunismo lo podemos imaginar como una sociedad donde la “gente conozca el mundo y lo transforme conscientemente… donde se haya zafado de las cadenas de la tradición y la ignorancia… donde trabaje colectivamente para producir los artículos básicos y también para explotar el arte, la cultura y la ciencia, ¡y se divierta haciéndolo!... donde el punto de vista científico y la imaginación se refuercen uno a otro… donde haya unidad y diversidad, y se dé amplio debate y lucha ideológica sobre el rumbo y el desarrollo de la sociedad, pero sin antagonismo de clase… donde las relaciones humanas se basen en el respeto mutuo, amor a la humanidad y un verdadero interés por su bienestar… que se ha superado todas las clases y diferencias de clases; abolido todos los sistemas y relaciones de explotación; acabado con todas las instituciones sociales de opresión y las relaciones de desigualdad social (como la discriminación racial y la dominación de la mujer por el hombre); y dejado atrás todos los valores e ideas retrógrados y opresivos”.

Una sociedad con estas características, dice RL, es comunista. Y nosotros preguntamos ¿por qué no hay una sola referencia a cuestiones tan importantes como el Estado, la democracia, la propiedad de los medios de producción, las mercancías, el dinero, los salarios, la división entre el trabajo manual e intelectual, la divergencia entre ciudad y campo, la disciplina laboral? Silencio sepulcral. Con una definición de esta naturaleza se está más cerca de la isla de Utopía que de Rusia y China, en otros términos, la propuesta de RL está más identificada con Tomas Moro (por quien siento un profundo respeto, pero no deja de ser un exponente del socialismo utópico o premarxista) que con Carlos Marx, Federico Engels, Lenin y Mao Tsetung.

Las diatribas de RL llegan al extremo de afirmar que “El proletariado es la clase que surge de las fuerzas productivas socializadas de la sociedad capitalista”. En nuestros días, en efecto, la sociedad capitalista se caracteriza por un empleo más socializado de las fuerzas productivas, o sea, que el desarrollo impresionante de las fuerzas productivas requiere de una división del trabajo más compleja. Pero vistas así las cosas, se podría desprender erróneamente que el proletariado es una clase social que acaba de aparecer en la historia, y que es el producto de la división del trabajo productivo. Las palabras de RL dan pie a esa interpretación. Sin embargo, en El Capital Marx dedicó el capítulo de la Acumulación Originaria de Capital para demostrar como surgen las dos clases fundamentales (no las únicas) del capitalismo desde el siglo XVI, y luego su consolidación en el capítulo de Maquinaria y Gran Industria. La seudo explicación de RL tira por la borda todo el estudio marxista para decirnos en seis palabras que el proletariado “surge de las fuerzas productivas socializadas”.

El desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y su socialización es resultado de la carrera o competencia entre capitalistas para aumentar la tasa de explotación de la fuerza de trabajo de los obreros. Simplemente hay que leer la forma como Marx explica el origen del plusvalor absoluto, relativo y extraordinario para comprender porque el capital requiere de esos dos elementos: desarrollar y socializar, yo agregaría, concentrar y centralizar.

El proletariado, sostiene RL, “Representa el trabajo y los esfuerzos colectivos que corresponden al carácter socializado de las fuerzas productivas”. No señor “economista político maoísta”. Esta explicación es subjetiva, superficial y unilateral. La existencia del proletariado nos recuerda cada minuto, cada hora y cada día que el trabajo y los esfuerzos colectivos en la sociedad capitalista se desarrollan a través de una relación de explotación del hombre por el hombre: el trabajo asalariado. El proletariado representa la clase contratada (por un número determinado de horas de trabajo y una cierta cantidad de dinero, salario, por carecer de medios de producción y subsistencia) para poner en funcionamiento las fuerzas productivas (propiedad de los capitalistas, con excepción de la fuerza productiva del trabajador, por eso, se ve en la necesidad de emplearlo) y realizar el proceso productivo (relaciones de producción olvidadas sistemáticamente por RL).

Luego RL se desliza para plantear una interrogante crucial para toda la problemática planteada en la conferencia ¿Qué es el socialismo? “el socialismo es una transición del capitalismo al comunismo, a la sociedad sin clases”. Hasta aquí estoy de acuerdo con RL. “En el socialismo el proletariado y sus aliados (que son la gran mayoría de la sociedad) trasforman conscientemente las estructuras económicas, las relaciones sociales y las ideas que perpetúan las divisiones sociales de clase. Se desata la creatividad e iniciativa de los que han estado en el fondo de la sociedad. La revolución socialista establece un nuevo sistema de gobierno: la dictadura del proletariado, que frena y controla a las viejas clases explotadoras y a los que buscan tumbar el nuevo sistema. Tal sistema les da a las masas el derecho y la capacidad de cambiar el mundo, de participar en todo aspecto de la sociedad y de ser amos de la sociedad… La revolución socialista establece una nueva economía basada en la propiedad social de los medios de producción y la planificación social; la cooperación para solucionar problemas y atender necesidades sociales; y un conjunto de prioridades económicas y sociales completamente nuevas. La dictadura del proletariado ejerce una dictadura sobre los capitalistas y apoya un sistema que permite liberarse del capitalismo”. Aquí ya tengo varios problemas a dilucidar.

Lo primero que resalta de esta explicación -a la mejor porque no se consideró necesario, o se daba por obvio- es la omisión de un comentario en el sentido de que para llegar al socialismo (que posiblemente tuvo necesidad de una fase previa de revolución democrática popular o de nueva democracia) se requiere del triunfo de la revolución dirigida por el proletariado y su partido de vanguardia que, a su vez, es guiado por una teoría revolucionaria fundada en el marxismo.

Luego tenemos dos imperdonables omisiones para un maoísta: uno, no hay ni una sola referencia al tipo de Estado que se establece en el socialismo, porque yo creo que RL está de acuerdo en que “sistema de gobierno” no es igual a Estado, al no ser que para él si lo sea y entonces tenemos un problema mayúsculo; y dos, existe una ausencia total sobre el papel del partido proletario en el periodo de transición revolucionario.

La dictadura del proletariado no “frena y controla” a sus enemigos, como afirma RL, sino que es un instrumento en manos del proletariado y sus aliados para desplegar una encarnizada lucha de clases contra las clases contrarrevolucionarias, que quieren la restauración del capitalismo. Pero todavía más: la dictadura del proletariado tiene como objetivo prioritario crear las condiciones para su propia extinción, a través de un proceso simultáneo que requiere, entre otras muchas cosas, la desaparición de todas las clases sociales.

Si el socialismo es un periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo entonces tenemos la reproducción del sistema capitalista, por lo tanto, existe Estado; proletariado, burguesía, pequeña burguesía, campesinos, lucha entre las diversas clases, capital, trabajo asalariado: luego, entonces, explotación, costumbres, tradiciones, ideologías burguesas, ordenamientos jurídicos burgueses, etc. En suma: hay condiciones materiales y espirituales (en la estructura y la superestructura) que permiten la reproducción capitalistas, las cuales, incluso en las primeras etapas del socialismo son fuertes y se niegan a desaparecer. Todo esto, por consiguiente, es lo que el proletariado como clase en el poder necesita destruir y sustituir con los nuevos elementos comunistas, que durante un periodo de tiempo no existen o son muy pocos y débiles, por esto mismo, se corre el peligro de la restauración capitalista. Estas concepciones, sin embargo, no están presentes en el discurso de RL. Él se mantiene consecuente con su visión pre marxista del socialismo, o sea, utópico.

Con estos principios básicos del socialismo utópico Raymond Lotta se lanza a fondo para “poner las cosas en claro” sobre las revoluciones rusa y china. Pero ojo, mucho ojo, a estas alturas, ya consumió 30 minutos de los 90 que dura su intervención y además falta por comentar las supuestas aportaciones de Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario de los EU, a la teoría del comunismo.

Antes de entrar a analizar la versión, revisión de la historia, de RL sobre la revolución rusa, también quiero afirmar que la síntesis hecha por RL sobre la naturaleza del socialismo no fue la que guió a Lenin cuando se lanzó a la batalla en octubre de 1917. Basta con revisar, Las cartas desde lejos, La tesis de abril, Resoluciones de la VII conferencia nacional del POSDR(B), La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, etc. Textos escritos antes de octubre de 1917. Las primeras medidas implantadas por el gobierno soviético fueron, en gran medida, el resultado de las condiciones caóticas en las que se encontró el país durante 4 años de guerra imperialista y casi un año de revolución y, por supuesto, de la lucha de clase desplegada por el proletariado y sus aliados, primero, contra sus enemigos internos y, después, contra sus enemigos internos y externos.

“Los sucesos de febrero de 1917 abrieron el camino a la Revolución de Octubre en Rusia”. ¿Cuáles fueron los “sucesos” de febrero? RL cita: “Grandes huelgas y protestas en lo que hoy es San Petersburgo tumbaron al zar y una coalición liberal tomó el poder”. Mayor desprecio por los acontecimientos revolucionarios de febrero es difícil encontrar, y lo peor es que venga de un maoísta. Los “sucesos” ocurridos en el mes de febrero y los primeros días de marzo fueron una Revolución, la primera de dos revoluciones que se desarrollaron en 1917. Si no somos precisos con el lenguaje que usamos para designar los grandes acontecimientos revolucionarios de las masas trabajadoras armadas, después no va a faltar quien llame simples “sucesos” a la Revolución de Octubre. Y puede ser alguien que se encuentre de este lado de las barricadas.

La revolución de febrero realizada por los obreros, soldados, campesinos y estudiantes acabó con la dinastía de los Románov, que había regido Rusia desde 1613.

Esas masas insurrectas que obtuvieron una victoria contundente, crearon su órgano de poder: el Soviet de Petrogrado, donde los mencheviques y socialistas revolucionarios tenían la inmensa mayoría (la presencia de los bolcheviques en el Soviet era minoritaria, casi insignificante). Y fueron estas dos tendencias las encargadas de entregar el poder a un grupo reducido de miembros del Comité Provisional de la Duma. Mediante esta negociación surgió el Gobierno provisional. En este punto se ubicó el problema central de la revolución de febrero. La traición cometida por los mencheviques y eseristas permitió que la revolución victoriosa hecha por las masas trasladara el poder arrebatado a la monarquía a manos de la burguesía y los terratenientes capitalistas.

Pero, “¿Cuál era la situación antes de la revolución? La mayoría de la población vivía en el campo, donde todavía se trabajaba la tierra con arados de madera. La religión y la superstición estaban enraizadas en la vida cotidiana, y la siembra de la tierra se regía por los días santos. El marido golpeaba a la mujer. Las ciudades sufrían grandes epidemias. La autocracia gobernaba a través de una enorme red de espías, policías y prisiones. Suprimían los ideamos y culturas de las etnias. Esa era la ‘normalidad’ antes de la revolución, y se volvió más intolerable cuando Rusia entró en la I Guerra Mundial y los campesinos y los obreros se los llevaron a la fuerza”. Resumiendo: la situación en Rusia antes de la revolución se caracterizaba por campesinos que trabajan con arados de madera, dominación de las ideas religiosas, violencia intrafamiliar, enfermedades, represión, ataques a las minorías nacionales, reclutamiento forzoso.

Increíble, pero cierto. Según RL, no había en Rusia una brutal explotación de la clase obrera (jornada de trabajo por encima de las 10 horas diarias, salarios exiguos, peores condiciones para el trabajo infantil y femenil, accidentes de trabajo, prohibición para formar sindicatos, huelgas violentas, marchas combativas, mítines encendidos, propaganda revolucionaria, etc.), ni tampoco una descomunal explotación y opresión de los campesinos (concentración de la tierra en grandes propietarios, la expropiación de las tierras de las comunidades, reproducción extendida de formas precapitalistas de explotación -feudales y asiáticas- combinadas con trabajo asalariado, expulsión de campesinos a las ciudades donde estaba creciendo la industria, rebeliones campesinas, etc.), pero además brillaban por su ausencia el analfabetismo de la inmensa mayoría de la población, el hambre y la miseria generalizadas.

Con la explicación que nos brinda RL sobre la situación previa a la revolución, se puede desprender que los motivos que desencadenaron la furia revolucionaria en las ciudades y el campo fueron la existencia de “epidemias”, mujeres golpeadas y “arados de madera”. Es verdad que jugaron un papel importante en la revolución la represión furiosa hacia obreros y campesinos, los ataques que sufrían las minorías nacionales y la inconformidad de los trabajadores de la ciudad y el campo por la movilización obligatoria al frente de batalla. Ante esta exposición del “economista político maoísta” sólo podemos decir una cosa: estamos realmente sorprendidos por la pobre aplicación del materialismo dialéctico e histórico para analizar una situación concreta, o peor aún, la inexistencia de un análisis marxista de una situación concreta en un momento concreto.

En octubre, los bolcheviques dirigieron la insurrección de masas armadas que depuso al Gobierno provisional. Era la segunda revolución de 1917. El II Congreso de los Soviets de Toda Rusia, reunido del 25 al 27 de octubre, aprobó (no “dos decretos contundentes” como dice RL), sino tres: retirar a Rusia de la guerra imperialista, repartir la tierra entre los campesinos, proclamar un nuevo gobierno dirigido por el presidente Lenin, pero bajo el control del Congreso de los Soviets de Toda Rusia. Por cierto, el gobierno soviético surgido de la Revolución de Octubre era un “Gobierno obrero y campesino”, y no exclusivamente obrero. Aún más contundente: no fue una dictadura del proletariado, sino una “Dictadura democrática de obreros y campesinos” (palabras de Lenin).

Raymond Lotta brinca a otra explicación incorrecta de la revolución rusa: “A diferencia de las demás fuerzas de la sociedad rusa, el partido bolchevique estaba preparado para dirigir el alzamiento de las masas”. ¿Dónde, cómo y cuándo los bolcheviques adquirieron esa destreza revolucionaria? No hay un solo señalamiento. Se da por asentado. La verdad es otra y muy diferente. Cuando, a mediados de septiembre de 1917, Lenin llegó a la conclusión de que el partido bolchevique debía tomar el poder del Estado, a través de la insurrección armada en Petrogrado y Moscú (sin establecer una fecha), el Comité Central (CC) decidió participar en la Conferencia Democrática convocada por los mencheviques y eseristas para conformar un “Anteparlamento”, ante el cual, el gobierno sería, en cierta medida, responsable. Así pues, a finales de septiembre, el partido bolchevique comenzó a caminar por dos rutas diferentes. Todavía más: Lenin era minoría en el CC y el partido. Y todavía peor: Lenin se encontraba en Finlandia.

En esta crítica situación, Lenin hizo declaraciones fuertes contra sus íntimos amigos que, de acuerdo con la versión de RL, ya estaban listos para dirigir la insurrección: “Y no cabe la menor duda de que si los bolcheviques cayeran en la trampa de las ilusiones constitucionalistas, de la ‘confianza’ en el Congreso de los Soviets, y en la convocatoria de la Asamblea Constituyente, de la ‘espera’ del Congreso de los Soviets, etc.; no cabe duda de que esos bolcheviques serían unos traidores miserables a la causa proletaria”; “los bolcheviques se cubrirían de oprobio para siempre y quedarían reducidos a la nada como partido. Porque dejar pasar este momento y ‘esperar’ al Congreso de los Soviets es una idiotez completa o una traición completa”; y “Al ver que el CC ha dejado incluso sin respuesta mis instancias… debo considerar que existe en ello una ‘sutil’ insinuación del deseo de taparme la boca y de proponerme que me retire. Me veo obligado a dimitir a mi cargo en el CC, cosa que hago, y a reservarme la libertad de hacer agitación en las organizaciones de base del partido y en su Congreso. Porque estoy profundamente convencido de si ‘esperamos’ al Congreso de los Soviets y dejamos ahora pasar el momento, hundiremos la revolución” (Lenin, Los campeones del Fraude y los Errores de los Bolcheviques, Del Diario de un Publicista, La Crisis ha Madurado).

A partir del 10 de octubre Lenin, quien había regresado a Petrogrado días antes, dio a conocer su posición y en un conjunto de discusiones virulentas pudo de nuevo convencer a la mayoría del CC y del partido para que se pusiera en marcha el dispositivo insurreccional (sin fijar fecha). Ante la oposición de una minoría a la insurrección, el 16 del mismo mes se volvió a discutir el punto de la insurrección armada, el cual fue aprobado por mayoría. Pero aún el mismo 24 de octubre, en el Comité Central y el Comité Militar Revolucionario había dudas y titubeos. Lenin apremiaba: “aplazar la insurrección significaría definitivamente la muerte”. Las divisiones, desconciertos y desorganización, fueron desplazados a la hora de la hora y el partido actuó con perspicacia, decisión y audacia. En dos días de combate, la revolución había triunfado. De qué tipo de preparación habla RL. Los bolcheviques carecían de experiencia para organizar insurrecciones armadas, así como para gobernar.

Raymond Lotta salta a otro comentario erróneo sobre el periodo de la guerra civil. “Los bolcheviques tomaron las riendas de una economía de guerra al borde de la de ruina”. Gracias a la tregua relativamente elemental alcanzada con Alemania (Tratado de Brest-Litovsk, que el “economista político maoísta” comprometido con poner las cosas en claro olvidó de punta a punta: fue un hecho que simple y sencillamente no le mereció una sola palabra), el gobierno obrero y campesino pudo discutir y aprobar un programa de reorganización general. Mismo que se encuentra en la importante obra de Lenin: Las tareas inmediatas del poder soviético, que también pasó inadvertida para RL. Las tareas inmediatas no pudieron llevarse a cabo por el inicio de la contrarrevolución interna y la invasión de las potencias imperialistas. Este cambio brusco obligó al Estado obrero y campesino a modificar radicalmente sus políticas para sobrevivir a una nueva guerra. Se vieron en la necesidad de implantar un conjunto de medidas provisionales que se englobaron bajo el nombre de “comunismo de guerra”. Medidas drásticas que se aplicaron de junio de 1918 hasta marzo de 1921, cuando el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia decretó la sustitución del régimen de la requisa por el impuesto en especie. Las políticas del “comunismo de guerra” permitieron, sin embargo, el triunfo del Ejercito Rojo y la derrota aplastante de los “blancos” y sus aliados externos. Pero aún hay más: el “comunismo de guerra” puso en inminente peligro la alianza obrero campesina y, por tanto, la permanencia del Estado soviético, en consecuencia, la revolución (huelgas obreras, levantamientos campesinos, descontento de soldados que aterrizaron, finalmente, en la rebelión de Kronstadt en febrero de 1921). Por estas razones, el Estado democrático de obreros y campesinos cambió el “comunismo de guerra” por la “nueva política económica” (NEP), después de una convulsionada lucha política en el interior del partido bolchevique y los soviets de obreros, campesinos y soldados. Y que, por cierto, la nueva política económica no fue entendida en sus justas dimensiones por una gran mayoría de bolcheviques, para no ir demasiado lejos: Stalin, y por eso la mandó “al diablo” en 1928 (palabras de Stalin).

Ahora bien, en el curso del “comunismo de guerra” y de las peores condiciones posibles, los obreros crearon, local y pasajeramente, relaciones de producción comunistas: los sábados comunistas, donde los obreros trabajaban horas extraordinarias sin ningún tipo de retribución y consiguiendo un aumento de la productividad del trabajo. El trabajo asalariado fue sustituido por el trabajo gratuito y consciente de los obreros ferrocarrileros. Con el apoyo del Estado, afirmaba Lenin, los brotes de comunismo (creados por las masas conscientes) se irían consolidando hasta conseguir la victoria total del comunismo sobre el capitalismo. Estas relaciones de producción nuevas desaparecieron pronto por las condiciones existentes en ese momento.

En medio de la cruenta guerra civil, se formó la III Internacional Comunista (1919-1920), que constituyó un hito en la historia de la revolución y del movimiento comunista internacional.

Pero ninguna, absolutamente ninguna, de todas estas cosas tan embrolladas resultaron importantes para quien prometió hablar de las “dificultades” que encaró la Revolución de Octubre.

A estas alturas del análisis, resulta irremediable hacer un alto en el camino para preguntar si la exposición de RL permite “conocer la verdad” sobre la revolución rusa. Yo creo que no cumple con lo que promete, se queda muy, pero muy, lejos de una interpretación seria, completa y objetiva. Con este raquítico equipaje teórico, por decir lo menos, resulta imposible salir a “confrontar y refutar” dignamente las distorsiones anticomunistas dominantes en el conjunto de las sociedades norteamericana y mexicana. ¿Por qué se eligió a México para la campaña de clarificaciones? Interesante pregunta.

Después de la pausa, sigo adelante confrontando y refutando las distorsiones de RL sobre la Revolución de Octubre. Voy a tomar dos o tres problemas más sobre la revolución rusa y concluiré.

Veamos ahora qué hicieron los comunistas en el poder. RL menciona cuatro cosas que, por supuesto, consideramos son las más relevantes para él: emancipar a la mujer, eliminar la opresión de los grupos étnicos, lanzar campañas nacionales de educación e impulsar la salud. De nuevo, cuáles fueron las razones que llevaron a RL a seleccionar solamente estos cuatro aspectos, cuando tenemos muchos incluso más importantes dentro de la estrategia de sentar bases para construir el socialismo. Recordemos algunos, porque la lista es enorme (entre 1917 y 1924): el decreto sobre el control obrero, la declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado, la creación del consejo superior de economía nacional, la nacionalización de todos los bancos, la creación del capitalismo de Estado bajo control soviético, la expropiación de la gran industria, el reparto agrario, los cambios profundos de la NEP, la nacionalización del comercio exterior, la democracia proletaria, el combate a los capitalistas y terratenientes reaccionarios, el incremento a la productividad, el combate a la indisciplina, el código del trabajo, los acuerdos con las cooperativas de producción y consumo.

“Tras la muerte de Lenin, en 1924, José Stalin asumió la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética”. De nuevo, RL no considera pertinente explicar la lucha por la sucesión. El proceso de consolidación de la jefatura de Stalin (1922-1929) requirió de contradicciones fuertes (y de subordinar mediante métodos no marxistas, digámoslo claramente: con violencia excesiva) primero a Trotski, después a Sinóviev y Kámenev, y por último a Bujarin, Rikov y Tomski. Todos ellos fueron más tarde asesinados por Stalin, con excepción de Tomski que se suicido en 1936 (obviamente presionado por los acontecimientos al interior del partido). Ante estas purgas, RL confiesa: “tengo que decir francamente que hace falta investigar más a fondo lo que pasaba en el Partido Comunista de la Unión soviética en los años 30”. Pero inmediatamente justifica el asesinato de la vieja guardia bolchevique por las “crecientes tensiones internacionales”, es decir, causas externas, no se hace un análisis de las contradicciones internas. Stalin y otros dirigentes, continúa RL, “no sabían con seguridad si algunos líderes regionales del partido iban a cumplir las directrices centrales”. Pero da la casualidad que Trotski, Sinóviev, Kámenev, Bujarin, Rikov, y otros más no eran “líderes regionales” sino dirigentes históricos de la Revolución de Octubre.

Dice bien RL que Stalin dudaba de que se fueran a cumplir las directrices centrales, porque ese era el método impuesto a la fuerza por Stalin, ya no había discusión abierta, apasionada y con argumentos para definir las líneas a seguir, como en la época de Lenin. Ahora el secretario general exigía cumplimiento total a las directrices elaboradas e impuestas por él desde las alturas. Y que por ese simple hecho eran correctas de antemano. Stalin sustituyó la democracia proletaria por el totalitarismo político. Acabó con la alianza obrero-campesina base del Estado democrático soviético e implantó la dictadura sobre la clase trabajadora del campo y la ciudad (en 1928, cuando finalmente “mandó al diablo” la NEP, daba la casualidad que también mandaba al “diablo” la NEP leninista, que era un sistema de alianzas de clase para preservar la dictadura democrática de obreros y campesinos).

RL sostiene que Stalin “Tampoco podía confiar plenamente en el alto mando del ejército” porque había firmado pactos militares con Alemania. Pero aquí surge una pregunta obligada, ¿Stalin no estaba al tanto de los acuerdos firmados por sus militares con militares de otros países? Entonces de que tipo de líder estamos hablando. Stalin que lo controlaba todo, de acuerdo con la explicación de RL, los militares tendrían una especie “autonomía relativa” y podían hacer cosas peligrosas a espalda de su máximo dirigente. ¡Increíble! ¿Dónde está el análisis materialista dialéctico e histórico? Sigue brillando por su ausencia.

Resumiendo: para Raymond Lotta Stalin desconfiaba de compañeros del CC, de altos dirigentes del partido y del Estado, de líderes regionales, de los altos mandos del ejército y, por esa razón, llevó a cabo las grandes purgas. Método que, desde el ángulo que se le quiera ver, es total y absolutamente antimarxista. Para Stalin no había que tratar la enfermedad para salvar al paciente, había que matar al enfermo. O “muerto el perro, se acabó la rabia”. Y ese es un método burgués, con el cual no se puede estar de acuerdo.

RL agrega: “Stalin luchaba por defender la revolución y no admitía que la Unión Soviética diera marcha atrás al capitalismo ni hincara la rodilla ente el imperialismo”. Podemos hacer una serie de reflexiones elementales sobre esta declaración de RL: ¿Stalin luchaba solo y su alma por defender la revolución? ¿No había más dirigentes comunistas partidarios de la revolución en quién apoyarse? ¿Cómo fue posible que las figuras más destacadas del Estado y del partido se convirtieran en traidores partidarios del camino capitalista y del imperialismo? ¿Por qué Stalin tampoco tuvo confianza en las masas? ¿Por qué no movilizó a las masas para corregir los problemas en el Estado y el partido? ¿En quién confiaba realmente Stalin? Creo, definitivamente, que RL tiene una tarea urgente que realizar: ponerse a estudiar en serio la revolución rusa antes de salir a las calles (perdón, a las universidades) a pregonar que va a poner las cosas en claro.

Ahora vamos a abordar, en bloque, una serie de “errores” cometidos por Stalin, y que son reconocidos por RL. Cuatro son los “errores” de Stalin que menciona RL: 1) Emprendió la colectivización de las tierras antes de que los campesinos estuvieran preparados para ella. 2) Lanzó una campaña para aumentar la “producción y la disciplina en las fábricas, pensando que el desarrollo de las fuerzas productivas sería la garantía del socialismo”. Por otro lado, “frenó la experimentación social y cultural” de la década de los veinte y principio de los 30, “el proceso de consolidación se llevó a cabo de una forma que reforzó las relaciones tradicionales”. 3) Consideraba “que la defensa de la Unión Soviética era exactamente lo mismo” que la defensa de la revolución mundial, es decir, “fomentó patriotismo en lugar del internacionalismo proletario”. 4) En “vez de guiarse por el materialismo dialéctico, tendía al materialismo mecanicista” cometiendo “serios errores de método con consecuencias negativas”, por ejemplo: “su análisis de las contradicciones y luchas en el socialismo tenía errores”.

Cabe señalar que esta posición de Raymond Lotta es dominante en el seno del maoísmo, pero de ninguna manera significa que sea la correcta. Durante más de 20 años hemos escuchado las mismas palabras, ni más ni menos. No se ha avanzado ni un centímetro en el estudio de la teoría y la práctica del stalinismo. Las críticas a Stalin llegan precisamente hasta ahí, o sea, al reconocimiento de una serie de “errores” incluso de “graves errores” con consecuencias negativas, pero no hay más. Esta posición es el resultado de un análisis mecanicista, no marxista. Contentarse con la detección de algunos “errores”, sin pasar a esclarecer cuáles fueron sus consecuencias funestas en el proceso revolucionario significa quedarse en la superficie, denota quedarse en la unilateralidad, implica, en fin, quedarse en el subjetivismo. Nunca hemos podido leer, por ejemplo, cuáles fueron los efectos desfavorables para la revolución el que Stalin fuera un grosero (en el pleno sentido de la palabra) evolucionista vulgar. Mao sostiene que el evolucionismo vulgar o mecanicismo o metafísica es una posición filosófica burguesa. Sí Stalin era metafísico y no dialéctico, no tenemos ahí un problema muy, pero muy serio. ¿O vamos a decir que era tantito mecanicista (tendía, comenta RL), o mejor aún, que era 60 por ciento dialéctico y 40 por ciento metafísico? Vaya manera dialéctica de tratar el problema. Tenemos necesariamente que sambullirnos en los mares agitados de la revolución para conocer como impactó está posición burguesa en la construcción de la Unión Soviética. ¿Socialismo o socialcapitalismo?

RL acepta que en los años treinta, el proceso de industrialización acelerado se basó en el reforzamiento de las “relaciones tradicionales” y se “mandó al diablo” la capacidad inventiva de las masas, esto significaba, entonces, que se profundizaron y extendieron las relaciones salariales de producción, por lo tanto capitalistas. La clase obrera siguió produciendo plusvalor para los que estaban detrás de la propiedad estatal de los medios de producción, quienes se lo apropiaban y después repartían las migajas. Personajes que también estaban interesados en incrementar el pusvalor a través de la socialización y el desarrollo de las fuerzas productivas. En fin, en este problema también habría que meterse al fondo de las aguas de la construcción económica para conocer cuáles fueron las relaciones de producción dominantes en el proceso productivo. Y no quedarse cantando loas a la industrialización superacelerada y a una supuesta propiedad social de los medios de producción.

A finales de la década de los 20, los campesinos no estaban preparados para el uso colectivo de la tierra y los instrumentos de trabajo, dice con verdad RL apoyándose en Mao Tsetung. Por lo tanto, Stalin echó mano del expediente de la violencia y la violencia no fue exclusivamente contra los kulaks, sino también contra los campesinos medios y pobres, fue una medida generalizada. La sóla idea de la violencia contra los campesinos medios y pobres, insistía Lenin, era lo más absurdo en la alianza de obreros y campesinos. Las comunas agrícolas, cuando llegará el momento de crearlas, declaraba Lenin, tenían que basarse en la libre iniciativa de los mismos campesinos, respetando la decisión personal, porque actuar con violencia significaba echarlo todo a perder. Sin duda, la acción violenta de Stalin en la colectivización de la tierra significó romper la alianza obrero-campesina y, en consecuencia, “echarlo todo a perder”. La seudocolectivización de la tierra fue, en realidad, una expropiación de los campesinos beneficiados por el reparto agrario de la revolución. ¿Qué surgió entonces de este proceso? Y volvemos a preguntar ¿Socialismo o socialcapitalismo?

RL señala, con justa razón, que en la década de los 30 Stalin fomentó el patriotismo en lugar del internacionalismo proletario. Se puede llamar “error” a una posición que se repitió una y otra vez. Recordemos que en 1922-23 Lenin desencadenó una feroz lucha política contra Stalin, a partir del problema de la “autonomización” y los hechos ocurridos en Georgia. La importancia de la lucha de Lenin sobre estas cuestiones correspondía a lo que estaba en juego: el conflicto entre una línea internacionalista proletaria y una línea derechista tendiente a identificarse con el nacionalismo gran ruso, a pesar de que Stalin era georgiano. “Declaro una guerra a muerte al chovinismo ruso”, anunció Lenin. Para Lenin, Stalin estaba dirigiendo dentro del partido un movimiento con clara tendencia a la patriotería autoritaria. Había actuado como un imperialista ruso, y eso era inaceptable. El “error” de Stalin estaba presente desde 1922 (si no es que desde antes) y por supuesto nunca lo corrigió, al contrario, podemos decir, que tendió a consolidar su posición. ¿No significaba entonces que la actuación de Stalin correspondía a una línea política consciente y clara y no a un simple “error”?. De nuevo interrogamos, ¿cuáles fueron las consecuencias profundas de la línea stalinista de “verdadero nacionalismo ruso” en el partido, el problema nacional, el internacionalismo proletario y la revolución mundial?

Así pues, Raymond Lotta y, junto con él, muchos maoístas que aceptan la concepción de los “errores cometidos por Stalin”, interpretan dichos “errores” como claroscuros de una puesta de sol grandiosa. Stalin, a fin de cuentas, era un dirigente que tuvo equivocaciones o “errores” en la obra de construir el socialismo.

De salida. “Tras la muerte de Stalin en 1953, nuevas fuerzas burguesas del Partido Comunista maniobraron para tomar el poder. En 1956, Jruschov tomó las riendas, consolidó el poder de una nueva clase capitalista y dirigió la reestructuración sistemática del capitalismo de estado”. En otras palabras, la restauración capitalista en la Unión Soviética se debió a “un golpe de Estado” implementado por el nuevo secretario general del partido comunista y camaradas revisionistas que lo acompañaban. ¿Quién puede creer esta explicación seudo científica de la restauración capitalista difundida por Reymond Lotta y compañía? Desgraciadamente muchos maoístas. Aquí también repetimos, no porque sea la interpretación más difundida-aceptada es la correcta.

La teoría del complot o del golpe de Estado es otra de las grandes falsificaciones hecha por RL y compañía sobre la revolución rusa. Desde 1936, Stalin había sostenido que en la Unión Soviética no existían clase sociales, sólo quedaban tres “grupos sociales amigos”: obreros, campesinos e intelectuales. En consecuencia, también había desaparecido la lucha de clases. Esta concepción no era una explicación marxista sino metafísica de la realidad existente. Si permanecían los obreros había también burguesía: el uno no puede existir sin el otro, es un principio básico de la dialéctica marxista. A quién beneficiaba una teoría mecanicista de esta calaña. ¿Dónde, cómo y cuándo se formó la burguesía? A Stalin le pasó desapercibido la existencia de la burguesía. O peor todavía, él formó, protegió y consolidó esa burguesía. ¿Dónde se encontraba esta burguesía? Sin duda, el Estado se convirtió en el único propietario del capital, el Estado era el capitalista colectivo, para usar una categoría elaborada por Marx, y no los individuos, o funcionarios, o especialistas, o cuadros; la clase capitalista sólo era propietaria colectivamente y colectivamente se apropiaba del plusvalor extraído a los trabajadores, por intermedio del Estado.

A la muerte de Stalin se desató una cruenta lucha por el poder entre diferentes fracciones de la burguesía burocrática o de estado, de la cual la fracción encabezada por Jruschov salió triunfadora. El proletariado y todos “los de abajo” (“los amos de la sociedad” socialista que tenían el “derecho y la capacidad de cambiar el mundo, de participar en todo aspecto de la sociedad”, según palabras y versión del socialismo utópico de RL) sólo vieron pasar de lejos este recambio en las alturas, es decir, no jugaron un papel protagónico en está lucha de clases por el poder. El modelo de capitalismo de estado construido por Stalin, se modificó muy poco después de su muerte. Aunque hubo varios cambios de piel en el terreno político e ideológico.

Así pues, el proyecto de Raymond Lotta y compañía con la insolente pretensión de poner las cosas en claro, cuando ni ellos mismos las tienen claras, es una tremenda irresponsabilidad y una reverenda estafa política. Con esta interpretación metafísica de la revolución de Octubre, sólo queda expresar: ¡Qué insensatos!


II
(segunda y última parte)

Para cerrar con broche de oro su análisis sobre la revolución rusa, en el apartado la “revolución soviética en perspectiva”, Raymond Lotta reafirma sin rubor alguno su posición idealista de la historia: “Grandes líderes revolucionarios con visión y metodología científica resumen las lecciones, profundizan los conocimientos y forjan nuevas soluciones al reto de crear un mundo sin clases”. Para nuestro destacado “economista político maoísta”, los grandes hombres convertidos en “líderes revolucionarios” son los forjadores de la historia. Ellos y solamente ellos, poseen una “visión y metodología científica”, pueden sintetizar “las lecciones”, generan y “profundizan los conocimientos”, en fin, ellos y solamente ellos, están dotados para encontrar “nuevas soluciones” a los complicados problemas de construir un mundo comunista. ¿Dónde quedan, pues, las amplias masas populares en el proceso de trasformación revolucionaria de la sociedad? ¿Qué lugar ocupa el proletariado consciente de clase en la revolución? ¿Para qué sirve entonces el partido de vanguardia armado con su teoría marxista-leninista-maoísta? ¿Qué sentido tiene construir instrumentos para la revolución? RL tiene una respuesta contundente a estas interrogantes: el pueblo necesita un iluminado, un salvador, un Dios que lo conduzca al paraíso terrenal. Las masas populares (hombres y mujeres) no intervienen en el desarrollo de la historia, desempeñan, cuando mucho, un papel secundario.

¿Cuál es la diferencia entre Raymond Lotta, Tito Livio, San Agustín, Maquiavelo, Vico, Hegel o Comte? Ninguna. Todos son historiadores provistos de una visión y metodología científica idealista. Para ellos, los hombres más fuertes y mejor dotados son los que hacen la historia, es decir, los héroes, quienes son elegidos como instrumentos de los altos fines divinos.

En la concepción idealista de RL, la acción de la clase obrera y sus aliados en la lucha de clases contra el bloque dirigido por la burguesía es rotundamente rechazada. En su lugar aparece un personaje mítico dotado principalmente de fuerza intelectual: el héroe con “visión y metodología científica”, etc. Con esta interpretación de la historia, la teoría revolucionaria del proletariado resulta avasallada. Esta es una posición profundamente reaccionaria que nada tiene que ver con el marxismo-leninismo-maoísmo. Para el cruzado por difundir la verdad sobre las experiencias revolucionarias del proletariado y combatir sin cuartel las seudo explicaciones burguesas de las mismas, la historia es presentada como la realización de las ideas y no el producto objetivo de las luchas de clases.

Con esta explicación idealista de la historia, se deduce fácilmente porque Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao Tsetung (y los que faltan) aparecen convertidos en auténticos dioses del proletariado, a los que hay que encender veladoras, quemar incienso y rezar rosarios para que hagan el milagro de construir una sociedad sin clases sociales. La concepción metafísica o mecanicista de la historia sustentada por RL no es nueva en el seno del marxismo. Esta viene de tiempo atrás. Fue Stalin, en realidad, quien la impuso como versión hegemónica en la URSS y en el movimiento comunista internacional en la década de los treinta, aunque sus ideas fundamentales venían desde la segunda mitad de los años veinte. Por ese motivo, el marxismo-leninismo devino en religión de Estado en la Unión Soviética y su región subordinada. El marxismo y el leninismo dejaron de ser una teoría revolucionaria al servicio del proletariado para analizar y trasformar la realidad existente, con el propósito de llegar al comunismo.

En suma, Raymond Lotta es stalinista no marxista, es idealista no materialista dialéctico y es positivista no materialista histórico. ¿Con estas armas teóricas se puede defender el proyecto revolucionario del proletariado y combatir a la burguesía guardiana del sistema de explotación capitalista? La respuesta es sencilla: No, imposible. O se termina confundiendo más a las masas populares o de plano se acaba defendiendo, por otros medios, a quienes se dice combatir.

Pasemos ahora al análisis que presenta Raymond Lotta acerca de la revolución china. No obstante, faltan alrededor de 20 minutos para concluir su conferencia. Así pues, en veinte minutos escuchamos su explicación sobre la revolución china, las lecciones de la revolución cultural y las “aportaciones” de Bob Avakian a la teoría del socialismo y el comunismo. Sin embargo, quiero dejar claro un asunto importante: el problema central de la intervención de RL no es de carácter cuantitativo (duración de la plática) sino cualitativo (concepción sobre los temas abordados).

Raymond Lotta se interroga ¿por qué se hizo la revolución en China? La respuesta a esta pregunta es una muestra más del análisis subjetivo y parcial de RL. La revolución se llevó a cabo porque la mayoría de la población eran campesinos que trabajaban tierras ajenas, vivían bajo la bota del terrateniente, sobrevivían a duras penas, en los años de escasez, comían hojas y tenían que vender a sus hijos; las mujeres eran golpeadas por los maridos; había matrimonios arreglados; el bajo crecimiento económico; en las fábricas textiles se encerraba a las obreras; la gente vivía apiñada en casuchas; había millones de personas adictas al opio, etc. En otras palabras, el atraso económico, la explotación, la opresión, la miseria y la drogadicción desataron la revolución en China. RL sólo distingue los elementos que integran las causas objetivas de la revolución. ¿Dónde quedaron las causas subjetivas de la revolución? Resulta imposible encontrar una respuesta a esta interrogante. El marxismo revolucionario, sin embargo, nos enseña que para que se pueda producir una revolución se necesita la existencia y combinación dialéctica de causas objetivas y subjetivas. Para RL, la presencia de un proletariado con consciencia de clase y organizado en un partido de vanguardia dotado con la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo, la construcción de un pensamiento guía o camino o teoría revolucionaria que conduzca el movimiento a la victoria, el análisis concreto de la situación concreta, las alianzas de clases dirigidas por el proletariado y su partido, las campañas de propaganda, la creación de instrumentos necesarios para la revolución (ejército popular, frente único nacional, etcétera), no constituyen causas indispensables para desplegar el proceso revolucionario del pueblo chino. Basta con la persistencia de condiciones objetivas. Si esto fuera verdad, las cosas ya hubieran cambiado en el mundo desde hace mucho tiempo.

“El 1 de octubre de 1949, Mao Tsetung habló a millones de personas reunidas en la plaza Tiananmen de la capital, tras dirigir 20 años de lucha armada para derrocar a los grandes terratenientes opresores y sacar al imperialismo extranjero”. De esta forma, RL presenta el triunfo de la revolución china. ¡Que capacidad de síntesis! O mejor dicho, que cualidad para no decir nada sustancial.

Con unas cuantas palabras Raymond Lotta hizo tabla rasa de las luchas, experiencias y contribuciones de la prolongada revolución dirigida por el Partido Comunista de China guiado por el marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao Tsetung. Hay un absoluto silencio sobre la participación de los comunistas en el Kuomintang, la desviación de derecha de Chen Tuhsiu, los errores de derecha de Stalin y la Internacional, las alianzas de Stalin con el Kuomintang de Chiang Kaishek, el asesinato de miles de obreros en todo el territorio chino, los errores de izquierda de Chu Chiupai, la formación del ejército rojo, la creación de zonas liberadas, la desviación de izquierda de la línea Li Lisan, el oportunismo de izquierda de la línea Wang Ming, las elaboraciones teóricas de Mao Tseung, el ascenso de la tendencia dirigida por Mao Tsetung a la conducción del partido, la disputa entre Mao Tsetung y Chiang Kuotao, la larga marcha, el establecimiento de la base de operaciones en Yenán, la lucha contra el imperialismo japonés, la formación del frente único nacional, la derrota del Japón, la intervención de los Estados Unidos en China, el triunfo militar del Ejército Popular de Liberación sobre el Ejército Nacionalista, entre otros hechos ocurridos de 1924 a 1949. Seguramente, los asistentes a las conferencias universitarias eran expertos en el movimiento comunista chino y, por consiguiente, no tenían necesidad de conocer nada de los cuatro periodos de la revolución.

En el apartado la “revolución conquista el poder”, integrado por cinco párrafos, también olvida conscientemente referirse al papel del partido comunista, del ejército popular y del frente único. No hay una sola alusión a los “tres instrumentos de la revolución”. Sin los cuales, por cierto, el proletariado y los campesinos chinos nunca hubieran obtenido la victoria sobre sus enemigos de clase del interior (burguesía compradora, feudales, terratenientes, kuomintang, militares, algunas fracciones de la burguesía nacionalista, etcétera.) y del exterior (el imperialismo principalmente japonés y norteamericano). Por el contrario, el nombre de Mao Tsetung aparece cinco ocasiones en tan sólo dos de los cinco párrafos.

Raymond Lotta pone las cosas en claro, su concepción idealista de la historia cobra sentido en el análisis concreto. Para RL Mao Tsetung hizo la historia, la revolución y la República Popular China. Mientras “Mao Tsetung… tras dirigir 20 años de lucha armada para derrocar” a los enemigos del pueblo hablaba y advertía sobre los problemas del futuro, los “millones de personas reunidas en la plaza Tiananmen” celebraban y vitoreaban sin ver más allá de ese momento. La “multitud” escuchaba, no se preocupaba, ni pensaba, ni actuaba. La “multitud” esperaba la línea correcta del “líder revolucionario con visión y metodología científica”. RL deja de lado que esa “multitud” estaba integrada por “millones” de obreros, campesinos y pequeños burgueses con las armas en la mano y que acababan de conseguir la más grande victoria militar y política del proletariado contra sus enemigos de clase internos y externos, pero además, que estaban decididos a llevar hasta sus últimas consecuencias la revolución democrática con la finalidad de transitar al socialismo y al comunismo.

Enseguida Raymond Lotta sostiene: “Para Mao, la revolución no terminaba ahí. Entraba en una nueva etapa de transformación socialista de la economía”. De estas dos afirmaciones podemos desprender varios aspectos importantes para el análisis de la revolución china: Primera. ¿Cuál era el carácter de la revolución victoriosa en 1949? RL no proporciona una respuesta a esta interrogante. ¿Revolución de nueva democracia o socialista? RL sigue guardando silencio. Indudablemente, la revolución victoriosa era democrática popular, por supuesto, no era socialista.

Segunda. Nueve meses después del triunfo del pueblo chino, Mao declaraba: “en las antiguas regiones liberadas (con una población de 160 millones) ya se ha realizado la reforma agraria, estabilizado el orden público, comenzado a encauzar la construcción económica, mejorando en cierta medida las condiciones de vida de la mayoría del pueblo trabajador, y se ha resuelto (en el Nordeste) o está próximo a resolverse (en el Norte y en Shantung) el problema de la desocupación de obreros e intelectuales. Particularmente en el Nordeste se ha iniciado ya la construcción económica planificada. En cambio, en las regiones recién liberadas (con una población de unos 310 millones) debido a que su liberación apenas data de unos meses, medio año o un año quedan por aniquilar más de 400,000 bandoleros… el problema agrario todavía no ha sido resuelto, la industria y el comercio esperan ser reajustados racionalmente, el problema del desempleo sigue siendo grave y el orden público aún es inestable. En una palabra, allí no están dadas las condiciones para llevar a cabo una construcción económica planificada” (Luchemos por un Mejoramiento Fundamental de la Situación Financiera y Económica del País). Por estas razones, Mao Tsetung sostenía que el trabajo revolucionario del pueblo no había culminado todavía. Y aun más claro: “Nuestro régimen de dictadura democrática popular es una poderosa arma para preservar las conquistas de la revolución popular y combatir los complots de restauración de los enemigos internos y externos” (El Pueblo Chino se ha Puesto en Pie).

Estas posiciones del máximo dirigente del partido comunista tenían su antecedente en dos textos escritos por él mismo años atrás: Sobre la Nueva Democracia (1940) y Sobre el Gobierno de Coalición (1945). Considero necesario hacer algunas referencias al texto Sobre la Nueva Democracia: la revolución china tenía que “pasar por dos etapas: primero, la revolución democrática, y segundo la revolución socialista; éstos son dos procesos revolucionarios cualitativamente distintos”. Por ello, “La revolución China en su primera etapa (subdividida en múltiples fases) es, por su carácter social una revolución democrática-burguesa de nuevo tipo, y no es todavía una revolución socialista proletaria… La primera etapa o primer paso de esta revolución, de ningún modo es ni puede ser el establecimiento de una sociedad capitalista bajo la dictadura de la burguesía china, sino el establecimiento de una sociedad de nueva democracia bajo la dictadura conjunta de todas las clases revolucionarias del país dirigida por el proletariado; con ello culminará la primer etapa. Entonces será el momento de llevar la revolución a su segunda etapa: el establecimiento en China de una sociedad socialista”. En el terreno de la economía, el Estado debía de ser el propietario de los “grandes bancos y las grandes empresas industriales y comerciales”. No obstante, la República no confiscaría el “resto de la propiedad privada capitalista, no prohibirá el desarrollo de aquella producción capitalista que ‘no pueda dominar la vida material del pueblo’”. Asimismo, se adoptarían medidas “para confiscar las tierras de los terratenientes y distribuirlas entre los campesinos que no tienen tierra o tienen poca”, aplicando el principio de “La tierra para el que la trabaja”.

Tercera. La declaración de Raymond Lotta contraviene el maoísmo de los primeros años de la revolución triunfante. Recordemos que RL sostiene que la revolución “Entraba en una nueva etapa de transformación socialista de la economía”. Palabras que son una muestra sincera de vulgar retórica. No presenta ningún argumento para demostrar tal aseveración. ¿Por qué hablar de una nueva etapa de la construcción socialista en la economía?, ¿cuál había sido la etapa previa de trasformación socialista? En efecto, la “revolución inmediatamente se propuso cambiar la situación”, como dice RL, pero en una dirección democrática popular y no en una socialista.

No obstante lo anterior, cuando RL analiza la revolución cultural, llega al fondo de la mentira: “En 1949, la revolución obrero-campesina tumbó al gobierno. Estableció un sistema político y económico socialista que dio poder a las masas y generó mucha mejora”.

En junio de 1950, al comentar las tareas inmediatas de la revolución, Mao Tsetung era contundente: “Es erróneo y no concuerda con las condiciones de nuestro país el punto de vista, sostenido por algunas personas, según el cual se puede anticipar la liquidación del capitalismo para implantar el socialismo” (Luchemos por un Mejoramiento Fundamental…). Había que lidiar entonces con el capitalismo. En otras palabras, significaba llevar adelante la reforma agraria, ayudar a los campesinos pobres, conservar la economía del campesino rico, afianzar el control económico y financiero, consolidar el equilibrio presupuestal, reajustar los impuestos, eliminar gradualmente la anarquía económica provocada por la guerra, reajustar la industria y el comercio, mejorar las relaciones entre el sector público y privado y entre el trabajo y capital. Medidas democráticas implantadas a nivel nacional que, entre otras cosas, permitirían ayudar a los “intelectuales y obreros desocupados” y mejorar las relaciones con la “burguesía nacional” (No Atacar en las Cuatro Direcciones).

Todavía más, a fines de junio de 1950, Mao Tsetung insistía: “Nuestro país avanza a paso firme de la manera siguiente: Ha pasado por la guerra, se halla ahora en el proceso de las reformas de nueva democracia, y luego pasará, sin apresuramiento y con la debida preparación, a un nuevo periodo, el socialismo, cuando su economía y cultura hayan alcanzado un gran florecimiento y todas las condiciones estén dadas y cuando, habiéndolo meditado bien, lo apruebe todo el pueblo”. Remachando: el momento para pasar al socialismo “llegará en un futuro lejano” (Ser un Revolucionario Completo).

Para Raymond Lotta la revolución “estableció un nuevo poder: una forma de dictadura del proletariado. Dio a los trabajadores y campesinos la autoridad de empezar a gobernar la sociedad y de suprimir a los explotadores viejos y nuevos”. No obstante, Mao era muy preciso: “El Gobierno ejercerá la dictadura democrática popular en todo el territorio chino”. Dictadura conjunta de todas las clases revolucionarias representadas por los partidos y organizaciones populares, el ejército popular, las diversas nacionalidades y las personalidades democráticas. En 1949, el partido comunista no estableció una “forma de dictadura del proletariado” sino una “dictadura democrática popular” de obreros y campesinos con la finalidad de “construir una nueva china independiente, democrática, pacífica, unificada, próspera y poderosa” (palabras de Mao Tsetung). Hasta dónde llega el subjetivismo de RL, quien afirma que los dirigentes del partido enemigos de Mao planteaban el final de la revolución y la tarea de “construir una China moderna y poderosa”.

Pero vayamos al fondo del problema. Y para ello abrimos un debate con múltiples implicaciones (el cual requiere de un regreso a la revolución de Octubre, asumiendo el riesgo que implica presentar una visión sintetizada de las posiciones en conflicto).

A pesar de todas las anteriores declaraciones sobre la revolución democrática, Mao Tsetung comenzó a proclamar en su texto Luchemos Por un Mejoramiento Fundamental… que “bajo la dirección del sector estatal de naturaleza socialista” todos los sectores de la economía debían funcionar en forma coordinada. Así pues, Mao adoptaba una tesis stalinista, la cual negaba rotundamente el leninismo. Para Stalin al igual que Mao la economía estatal era sinónimo de economía socialista.

En primer lugar, Lenin había planteado días antes de la revolución de Octubre que, dadas las condiciones objetivas y subjetivas existentes en Rusia, era imposible implantar el socialismo, por consiguiente, era necesario caminar hacia una transición, la cual estaría integrada por varias fases o etapas. En esta ruta, la implantación gradual de un capitalismo de estado bajo la dirección de un “Estado democrático revolucionario” de obreros y campesinos “representaba inevitablemente, infaliblemente, ¡un paso, pasos hacia el socialismo!”. Medidas como el reparto agrario, la creación de granjas estatales y colectivas, el trabajo obligatorio, el salario a destajo, la disciplina laboral, la jornada de ocho horas, el control obrero, la nacionalización de los bancos y otros consorcios capitalistas, la construcción de grandes empresas controladas por el Estado soviético o mixtas de capital estatal, privado y social (cooperativas), la reactivación de la pequeña y mediana empresa, la ampliación de la educación, la reglamentación de la circulación y el consumo, la abolición del secreto comercial representaban “un paso gigantesco hacia el socialismo, un paso después del cual sería imposible, siempre y cuando se mantuviese una democracia plena, tornar al capitalismo sin recurrir a una violencia inaudita sobre las masas” (Cartas Desde Lejos, Tesis de Abril, VII Conferencia (Conferencia de Abril) de toda Rusia del POSDR (B), La Catástrofe que nos Amenaza y Cómo Combatirla, Se Sostendrán los Bolcheviques en el Poder). Tesis que siguió defendiendo después de la revolución e incluso precisó y desarrolló en la estrategia general de reconstrucción aprobada por el congreso de los soviets de toda Rusia (Las Tareas Inmediatas del Poder Soviético).

Aun más, cuando el pueblo soviético obtuvo la victoria sobre la contrarrevolución interna y la intervención de las potencias imperialistas, las medidas radicales y coyunturales del comunismo de guerra fueron sustituidas por la nueva política económica, que era, en lo sustancial, un regreso a la línea planteada en los textos anteriormente citados. En el XI Congreso del Partido Comunista (b) de Rusia -marzo y abril de 1922-, el Comité Central proclamaba: “Ahora se nos plantea el problema de construir los cimientos de la economía socialista. ¿Se ha hecho esto? No, no se ha hecho. Aún no tenemos una base socialista. Se equivocan de medio a medio los comunistas que se imaginan que la tenemos”. Más claro imposible. Lenin consideraba la nueva política económica como una estrategia general que implicaba una combinación contradictoria de medidas económicas, políticas, sociales y culturales, cuyos objetivos principales eran, por un lado, consolidar la dictadura democrática del proletariado a través de un sistema de alianzas de clases, donde los campesinos eran el aliado principal de la clase obrera y, por otro, avanzar gradualmente en la construcción de los cimientos de la transición al socialismo. Luego de cuatro años y medio de poder revolucionario, no se habían construido los cimientos del socialismo mucho menos el edificio completo o una parte de él.

En segundo lugar, el camino de Lenin no era el mismo de Stalin. Los términos del XI congreso bolchevique fueron drásticamente alterados en la Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, y nos referimos a este libro porque en el resto de las obras de Stalin no encontramos un solo cometario sobre los acuerdos del XI congreso: “Lenin señaló que la Nep era una lucha desesperada, una lucha a vida o muerte, entre el capitalismo y el socialismo. ‘¿Quién vencerá a quién?’, así estaba planteado el problema. Para vencer, era necesario asegurar los lazos entre la clase obrera y los campesinos, entre la industria socialista y la economía campesina, desarrollando por todos los medios el intercambio de mercancías entre la ciudad y el campo” (subrayados de MR). En esta obra fundamental de la formación ideológica stalinista se reconoce la existencia de un sector socialista en la gran industria, dejando fuera de su análisis, por principio de cuentas, a la mediana y pequeña industria y el resto de la economía (la cual, suponemos nosotros siguiendo el argumento de Stalin, era capitalista). Ahora bien, lo que se presenta en la Historia del Partido Comunista como “industria socialista”, no era otra cosa que lo que Lenin estaba describiendo como capitalismo de Estado bajo control y dirección del poder obrero y campesino. La gran confusión y equivocación de Stalin radicaba en considerar el capitalismo de Estado (en la gran industria, pero, sobre todo, en proceso de formación) como sector socialista de la industria (plenamente consolidado).

Varios años atrás, Lenin, siguiendo a Engels (Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico), había advertido contra el error de que el capitalismo de Estado pudiese ser denominado “socialismo de Estado”; ni el capitalismo de Estado bajo control obrero y campesino era socialismo, como hemos insistido, sino un paso hacia el socialismo (El Estado y la Revolución). Una medida necesaria para construir los cimientos del socialismo.

No obstante, la posición de Stalin se convirtió en dominante en el partido, el Estado, la clase obrera, los campesinos y, por supuesto, en la Internacional Comunista para la segunda mitad de la década de los veinte.

Un ejemplo claro y contundente. A dos años de la muerte de Lenin, Stalin presentó a nombre del Comité Central el siguiente informe al XIV congreso bolchevique (diciembre de 1925): “En nuestro sistema de economía existe cierto abigarramiento, pues tenemos, cinco tipos de economía. Hay un tipo de economía casi natural; me refiero a las haciendas campesinas, cuya producción mercantil es muy pequeña. El segundo tipo es la producción mercantil; en ella, la producción destinada al mercado desempeña el papel decisivo en la economía campesina. El tercer tipo de economía es el capitalismo privado, que aun no ha sido muerto, que se ha reanimado y seguirá reanimándose hasta cierto punto, mientras exista en el país la Nep. El cuarto tipo de economía es el capitalismo de Estado, es decir, el capitalismo que hemos consentido y que podemos controlar y limitar como disponga el Estado proletario. Finalmente, tenemos el quinto tipo, la industria socialista, es decir, nuestra industria estatal, en cuya producción no aparecen dos clases hostiles -el proletariado y la burguesía-, sino una sola clase: el proletariado”. A partir de este momento prácticamente no existe un texto de Stalin donde no repita, precise y desarrolle la tesis sobre el carácter socialista de las empresas estatales. Por ello, según Stalin, el socialismo completo se estableció cuando se hizo a un lado la Nep, se lanzó la campaña de industrialización acelerada, se colectivizó la tierra, se concentró los medios de producción en manos del Estado, se estableció la planificación central. En otras palabras, Stalin implantó el capitalismo de Estado con dirección burguesa a través de un proceso acelerado de acumulación originaria de capital y de acumulación de capital propiamente dicho. Por consiguiente, el procedimiento de concentración y centralización del capital en manos del Estado significó expropiación, explotación, opresión y violencia inaudita sobre las masas trabajadoras de la ciudad y el campo.

Dos cosas sobre el texto de Stalin. Primera. Stalin le corrigió la plana a Lenin desde la derecha. Veamos el planteamiento de Lenin: “Ningún comunista ha negado tampoco, a mi parecer, que la expresión República Socialista Soviética significa la decisión del Poder soviético de llevar a cabo la transición al socialismo, más en modo alguno el no reconocimiento del nuevo régimen económico como socialista. Sin embargo, ¿qué significa la palabra transición? ¿No significará, aplicada a la economía, que en el régimen actual existen elementos, partículas, pedacitos tanto de capitalismo como de socialismo? Todos reconocen que sí. Mas no todos, al reconocer eso, se paran a pensar qué elementos de los distintos tipos de economía social existen en Rusia. Y en eso está todo el meollo de la cuestión. Enumeremos esos elementos: 1) economía campesina, patriarcal, es decir, natural en grado considerable; 2) pequeña producción mercantil (en ella figuran la mayoría de los campesinos que venden cereales); 3) capitalismo privado; 4) capitalismo de Estado; 5) socialismo… No es el capitalismo de Estado el que lucha contra el socialismo, sino la pequeña burguesía más el capitalismo privado los que luchan juntos, de común acuerdo, tanto contra el capitalismo de Estado como contra el socialismo… Los obreros tienen en sus manos el Poder del Estado, tienen la absoluta posibilidad jurídica de ‘tomar’ todo el millar, es decir, de no entregar un solo Kopek que no esté destinando a fines socialistas. Esta posibilidad jurídica que se asienta en el paso de hecho del Poder a los obreros, es un elemento del socialismo… El capitalismo de Estado es incomparablemente superior, desde el punto de vista económico, a nuestra economía actual. Eso en primer lugar. Y en segundo lugar, no tiene nada de temible para el poder soviético, pues el Estado soviético es un Estado en el que está asegurado el Poder de los obreros y de los campesinos pobres” (El Infantilismo “Izquierdista” y el Espíritu Pequeñoburgués, subrayados de Lenin y de MR).

Segunda. El texto de Stalin es un verdadero compendio de liberalismo, mecanicismo e idealismo: para Stalin el capitalismo (privado y estatal) tenía que morir cuando se mandara al diablo la nueva política económica (Nep), en consecuencia, no podía transformarse en otra cosa diferente, precisamente en socialismo. El capitalismo iba a desaparecer por decreto. Sin embargo, Stalin no veía en la pequeña producción mercantil un elemento capitalista (destinaba la producción principalmente al mercado), pequeño burgués, que engendraba relaciones capitalistas. Por otro lado no era correcto, desde el punto de vista del marxismo y el leninismo, desaparecer en las empresas estatales las clases sociales, la lucha de clases y la explotación de los trabajadores asalariados. Como tampoco era correcto liquidar el capitalismo en el proceso de transición socialista. Si el socialismo es el periodo de transición entre capitalismo y comunismo, resultaba evidente que el capitalismo seguiría existiendo más allá de la desaparición de la Nep. “El uno no puede existir sin el otro”, es decir, el proletariado no puede existir sin la burguesía y el comunismo no puede existir sin el capitalismo en el socialismo. Stalin desaparecía uno de los elementos de la contradicción, cuando esta contradicción no había desaparecido. Stalin, simple y sencillamente, no entendía la dialéctica, no comprendía la identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción.

En 1950, Mao Tsetung cayó en el error de Stalin. El sector estatal de la economía era considerado socialista, en un contexto de revolución de nueva democracia, es decir, de reproducción controlada de sociedades precapitalistas y capitalista por el Estado democrático popular, al mismo tiempo, que se iban creando las condiciones de transito al socialismo. Y donde el paso al socialismo llegaría en “un futuro lejano”.

La construcción de una sociedad de nueva democracia en China que, cuando llegara el momento adecuado, se transformaría en socialista y comunista, no podía depender “de prestamos ni ayuda del imperialismo” en general ni del imperialismo soviético en particular. En efecto, el imperialismo soviético, más pronto que tarde, se apropió de los mecanismos adecuados para implantar su modelo de capitalismo de Estado o falso socialismo sin importar las condiciones objetivas, subjetivas e históricas del pueblo chino. Una aclaración importante. En esos momentos, el modelo soviético-stalinista era reconocido tanto por los chinos como por todos los países del mundo como un modelo socialista. Mao se encargaría de demostrar el carácter capitalista e imperialista de la formación social soviética, antes de que terminara la década de los cincuenta. De esta forma, China era incorporada a la órbita imperial de la Unión Soviética. Se pasaba de unas manos imperialistas a otras manos imperialistas. ¿Para esto se había hecho la revolución proletaria?

A pesar de los enormes logros obtenidos en los primeros años de reconstrucción económica, política, social y cultural en el interior del Partido Comunista de China se inició el debate con respecto al camino a seguir. Un grupo de dirigentes capitaneado por Peng Tehuai era partidario de seguir impulsando el modelo soviético, es decir, stalinista (aunque Raymond Lotta no lo reconozca así, porque él habla del “modelo soviético de desarrollo” en abstracto no se atreve a caracterizarlo o da por hecho que se trata de un modelo socialista) mismo que se identificaba por: industrialización rápida, concentrar y centralizar los recursos en las fábricas grandes y modernas, introducir la tecnología avanzada, desarrollar los centros urbanos, dejar en segundo plano la agricultura y el campo, ceder la planificación centralizada a los expertos, formar un vasto ejército de especialistas para administrar el aparato estatal, motivar a los trabajadores por medio de incentivos materiales y diferencias salariales, suprimir la iniciativa y la capacidad consciente de las masas. También RL olvida mencionar los elementos políticos, ideológicos y culturales que complementaban el modelo soviético de desarrollo capitalista, por ejemplo: el carácter burgués del aparato estatal, la dictadura del secretario general a través del partido único y el Estado, el culto a la personalidad, el predominio de la antidemocracia y el autoritarismo, la represión violenta contra cualquier forma de disidencia, la concepción religiosa del marxismo-leninismo como forma para negar el contenido revolucionario del mismo marxismo-leninismo, la educación elitista, los métodos burgueses de enseñanza-aprendizaje, el predominio de la filosofía metafísica, la interpretación positivista de la historia. Por consiguiente, el grupo de dirigentes identificado con los soviéticos y su modelo era partidario de un camino capitalista subordinado de desarrollo histórico y social.

Otro grupo de dirigentes encabezados por Mao Tsetung comenzó a distanciarse y a criticar en forma cada vez más contundente el modelo soviético-stalinista y su réplica china. Este grupo iba más allá de un simple reconocimiento de las “fallas del modelo que se ponía en práctica en la Unión Soviética y también en China en los años 50”, como sostiene anodinamente RL. Para Mao y sus seguidores no se trataba de encontrar las “fallas del modelo” para corregirlas, sino de construir un camino diferente al socialismo. Tampoco se trataba de perseguir una vía distinta de “desarrollo económico y social”, sino de levantar una nueva sociedad en su conjunto. Eran seguidores de una línea revolucionaria para edificar el socialismo en ruta al comunismo.

En la segunda mitad de la década de los cincuenta, la disyuntiva política más importante estaba planteada para el Partido Comunista de China: o desarrollo capitalista dependiente de la URSS o marcha autónoma al socialismo. La contradicción entre la línea Mao Tsetung y la línea de la burguesía soviética se volvió rápidamente antagónica, Y en efecto, no tardó en darse la ruptura virulenta entre los dos países, que llevó en forma directa a la división del movimiento comunista internacional.

Para transformar a China en un “poderoso país socialista”, en abril de 1956, Mao Tsetung propuso un viraje de 180 grados con respecto al modelo soviético: una estrategia general integrada por diez puntos, que llevó por nombre Sobre Diez Grandes Relaciones. Las diez relaciones o contradicciones eran: la relación de la industria pesada con la industria ligera y la agricultura, relación entre la industria de la costa y la industria del interior, la relación entre la construcción económica y la construcción de la defensa nacional, la relación entre el Estado, las unidades de producción y los productores; la relación entre las autoridades centrales y las autoridades locales, la relación entre las nacionalidades Jan y las minorías nacionales, la relación entre el partido comunista y los partidos no comunistas, la relación entre revolución y contrarrevolución, la relación entre lo correcto y lo erróneo, la relación entre China y el extranjero. En medio de una cruenta lucha de clases, se iniciaba el rompimiento con el modelo soviético de falso socialismo y con la misma URSS.

Con el Gran Salto Hacia Adelante de 1958 se reorientó el proceso zigzagueante de transición hacia el socialismo y el comunismo en China. En términos generales comparto el contenido del texto sobre el salto adelante y las comunas populares presentado por RL. Pero discrepo en el terreno de su significado histórico. ¿Por qué? RL plantea que desde 1949 se “estableció un sistema político y económico socialista”. Antes había señalado modestamente que en China se “Entraba en una nueva etapa de trasformación socialista de la economía”. ¿Cuándo se realizó este gran salto adelante en el pueblo chino? No se sabe, porque RL no acostumbra dar explicaciones sobre estos cambios cualitativos ¿insignificantes? O debemos entender que una “nueva etapa de transformación socialista de la economía” significa lo mismo que se “estableció un sistema político y económico socialista”. En pocas palabras, RL sustenta que China era socialista. Eso es lo importante.

Por el contrario, yo formulo la siguiente explicación. Si la revolución triunfante en 1949 era de nueva democracia o democrática popular, los primeros años se utilizaron para generalizar el sistema de nueva democracia por todo el país (había comenzado a construirse en las zonas controladas por el partido después de instalarse en Yenán, y desplegar la lucha contra el imperialismo japonés). Cuando se realizaba esta tarea, los soviéticos maniobraron para imponer su modelo stalinista con la anuencia de los comunistas chinos, que pensaban que dicho modelo era realmente socialista. El establecimiento del modelo soviético requería de tiempo, no podía realizarse de la noche a la mañana por muy acelerado y duro que fuera el proceso de implantación. Esto significaba que la revolución de nueva democracia se orientaba hacia el capitalismo de Estado subordinado a los soviéticos y no al socialismo. Antes de que se consolidara este proceso, el grupo de dirigentes maoístas inició su deslinde y pasó rápidamente a combatir esta tendencia de desarrollo histórico y social. En 1956, Mao lanzó la línea general de las Diez Grandes Relaciones. En los hechos, se pronunciaba por detener el proceso de construcción-consolidación del capitalismo de Estado dependiente y rencausar el camino hacia la nueva democracia en transito al socialismo. En otras palabras, recomponer las cosas para construir los cimientos del socialismo.

La línea general de las Diez Grandes Relaciones (implantada de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba) acompañada inmediatamente después de la formación de las comunas populares (implantadas de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo), sobre todo con esta última medida, se alentó la primera oleada de transformaciones comunistas con la finalidad de modificar la revolución en socialista, en medio de una desatada lucha de clases por el poder (que incluía el apoyo de los soviéticos a sus partidarios). Es decir, el grupo maoísta aprovechó su hegemonía en el poder político para desplegar el Gran Salto Hacia Adelante y colocar al socialismo como periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo.

Este proceso, sin embargo, tampoco pudo consolidarse por el recambio en el poder y la crítica despiadada llevada a cabo por los seguidores del camino capitalista, respaldados por sus socios soviéticos y los gobiernos de los países imperialistas de Occidente. Curiosamente, tirios y troyanos coincidieron en condenar la línea maoísta del Gran Salto Hacia Adelante. Casi todas las medidas del Gran Salto Hacia Adelante fueron puestas en la mira de los seguidores del camino capitalista, especialmente las comunas populares, que comenzaron a ser desmontadas o transformadas en otra cosa (Mao fue remplazado por Liu Shoachi en la presidencia de la República, pero conservó una pequeña mayoría en el Comité Central y la presidencia del partido).

En este contexto se dio la ruptura con la Unión Soviética en 1960. “En represalia, como plantea RL, los soviéticos cortaron la ayuda, retiraron sus asesores, se llevaron los planes de instalaciones industriales a medio construir y dejaron una dura carga de deudas”. Todo ordenado por Jruschev, nuevo representante de la burguesía burocrática soviética. Eso agravó las dificultades, no sólo económicas (como simplifica siempre RL) sino también políticas, sociales, culturales y educativas. El siguiente paso fue la división del movimiento comunista internacional.

Entre 1956 y 1966, el zigzagueo por el poder o la lucha entre las dos líneas alcanzó un ritmo frenético. Ninguna de ellas podía establecer su predominio durante mucho tiempo en el ejercicio del poder político y, por consiguiente, su proyecto de desarrollo histórico y social. La contradicción principal en el seno del partido comunista era: o caminar hacia el socialismo como periodo de transición al comunismo o desandar hacia la restauración completa del capitalismo (en forma de capitalismo de Estado). El futuro del régimen no estaba asegurado todavía. Vale repetir una aclaración elemental: el socialismo es un periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo, por un lado significa la existencia y reproducción cada vez más limitada del capitalismo, por otro el inicio y desarrollo del comunismo. El periodo de transición comprende varias etapas en su marcha hacia delante o hacia atrás. La transición socialista termina cuando lo nuevo se impone sobre lo viejo, o sea, el comunismo se consolida y el capitalismo desaparece, o viceversa, cuando el triunfo corresponde al capitalismo y se disuelven los elementos comunistas. En la transición socialista, la lucha de clases entre los seguidores de la revolución proletaria y la contrarrevolución burguesa por conquistar y conservar el poder del Estado lo decide todo.

En esta situación compleja, donde la lucha entre los seguidores de Mao y sus opositores se manifestaba a través de repetidas ofensivas y contraofensivas, el momento de un enfrentamiento decisivo había llegado. En 1966, se desencadenó la lucha contra Peng Cheng -alcalde de Pekín y miembro del Comité Permanente del Buró Político- quien además era una de las figuras más representativas del grupo cuya oposición a la política de Mao Tsetung había terminado por endurecer y volverse cada vez más insistente. La Revolución Proletaria Cultural (RPC) alzó el vuelo.

Comparto, en términos generales, los comentarios de RL sobre el contenido de la RPC. Pero discrepo en algunas cuestiones que considero fundamentales. RL dice que “A mediados de los años 60, esos seguidores del camino capitalista… estaban maniobrando para tomar el poder. Querían reinstalar los sistemas de explotación”. Uno. Los seguidores del camino capitalista estaban luchando por imponer su hegemonía definitiva desde la época del “gran salto adelante”. Su fuerza y presencia en el Estado y el partido había crecido durante los años que precedieron la RPC, al grado que podían aplicar su propia línea política y oponerse, atenuar, obstruir, sabotear la aplicación de la política de Mao. Dicha oposición no se expresaba públicamente con toda claridad. Los adversarios de Mao no se presentaban como tales, por el contrario, se declaraban sus partidarios. Es lo que los chinos denominaban “oponerse a la bandera roja agitando la bandera roja”.

Dos. ¿Cómo reinstalar lo que no se ha destruido? Insistimos, el sistema capitalista no desaparece cuando la revolución entra en su fase socialista. El capitalismo sigue reproduciéndose en la estructura económica, política, jurídica, social, cultural, educativa, ideológica, etcétera. Pero esa reproducción esta controlada y orientada por la existencia del poder obrero y campesino (alianza de clases revolucionarias dirigida por el proletariado). Al mismo tiempo comienzan a surgir los embriones o elementos comunistas, proceso de formación que viene de arriba hacia abajo (por iniciativa del Estado y aceptado por las masas trabajadoras) o de abajo hacia arriba (por iniciativa de las masas y aceptado por el Estado y el partido). Entonces, los “sistemas de explotación” capitalista (relaciones de producción basadas en el trabajo asalariado) existían al momento de lanzar la RPC, e incluso eran dominantes. Pero además predominaban el despotismo de fábrica, estímulos materiales, diferencias salarias dependiendo de las capacidades y habilidades de los individuos, administración unipersonal de las unidades productivas, instituciones burocratizadas, nueva burguesía de Estado, prácticas burguesas en el partido, educación aburguesada a todos los niveles, universidades elitistas, exámenes de oposición para ingresar a la educación superior, métodos de enseñanza-aprendizaje burgueses, costumbres y tradiciones capitalistas y precapitalistas, diferencia entre ciudad y campo, contradicción entre trabajo intelectual y manual, diferencias entre mujeres y hombres, viejas formas de arte y cultura, supremacía del autoritarismo y la antidemocracia, etcétera. Todos estos elementos componían, pues, el sistema capitalista controlado por el Estado democrático popular. Por esa razón, la RPC alcanzó todos los niveles de la sociedad. No se desplegó exclusivamente en el terreno de la superestructura ideológica.

¿Qué fue la revolución cultural? Desde mi perspectiva, se trató de la segunda oleada desatada por el Estado democrático popular y las masas populares conscientes para impulsar la generación-consolidación de elementos comunistas (la primera, como vimos, había sido con la instauración de las comunas populares, por lo tanto se trató de una experiencia más específica y limitada). La revolución cultural desarrolló, como nunca antes, incluida la revolución Rusa, la etapa socialista. Es la principal experiencia del proletariado con el propósito de realizar un bombardeo más sistemático y destructivo contra el capitalismo por un lado, y por otro el esfuerzo más amplio y contundente para construir un sistema comunista. La lucha de clases entre la línea revolucionaria y la contrarrevolucionaria jamás había alcanzado tales extremos de confrontación. Durante casi 10 años, el proletariado y sus aliados dirigidos por el partido comunista y su teoría marxista-leninista-maoísta (sin duda alguna, entre 1956 y 1976, la lucha de clases a nivel nacional e internacional permitió al maoísmo transitar de pensamiento guía a tercera etapa en el desarrollo del marxismo) mantuvieron la iniciativa para crear y consolidar partículas comunistas.

En 1976, los seguidores del camino capitalista lograron derrocar al poder proletario (proceso que hace falta estudiar a fondo, para no caer en la trampa de las explicaciones subjetivas: el golpe de Estado). Se inició la transición regresiva. La transición socialista sufrió un proceso de involución histórica hacia a la restauración completa del modo de producción capitalista y la eliminación de los elementos comunistas. La burguesía obtuvo un triunfo decisivo sobre el proletariado. Después de 30 años permanece en el poder todavía (más los que se acumulen porque, desgraciadamente no hay condiciones objetivas y subjetivas para una nueva revolución proletaria).

Al final, para rematar su perorata, Raymond Lotta hizo una declaración inconcebible en un maoísta y que, además, se echó a cuestas la tarea de salir a combatir las “calumnias y conclusiones superficiales, y promover un análisis verídico” sobre los logros históricos de la revolución comunista: “¿Hubo fallas o se cometieron errores durante la Revolución Cultural? Sí, y a veces bastantes serios. Pero en el contexto de los enormes logros, y en comparación con los horrores de la sociedad capitalista, esos problemas eran secundarios”. RL se despidió de su auditorio ratificando que no entiende la dialéctica materialista. Hasta su maestro Stalin hubiera salido a protestar ante tal razonamiento con su clásica expresión: Los Éxitos se nos Suben a la Cabeza. Agregando que como RL sólo distingue los “enormes logros” de la RPC, lo único que manifiesta es un “estado de animo” peligroso y perjudicial que, por consiguiente, es necesario acabar con ese estado de ánimo (palabras subrayadas por Stalin).

En efecto, la lógica de RL sobre las fallas de la revolución cultural es inaceptable desde el punto de vista del marxismo: ante los contundentes éxitos obtenidos sobre la reacción y los horrores del capitalismo, para que preocuparse de los despreciables errores. El error de RL consiste en no ubicar el sentido profundo de los errores “bastante serios” que se cometieron durante la revolución cultural que fueron la causa principal de la derrota del camino proletario. RL no comprende las palabras de Mao: “Si el hombre quiere tener éxito en su trabajo, es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus ideas con las leyes del mundo exterior objetivo; si no consigue esto, fracasa en la práctica. Después de sufrir un fracaso, extrae lecciones de él, modifica sus ideas haciéndolas concordar con las leyes del mundo exterior y, de esta manera, puede trasformar el fracaso en éxito: he aquí lo que se quiere decir con ‘el fracaso es madre del éxito’ y ‘cada fracaso nos hace más listos’” (Sobre la Práctica). Los graves errores cometidos durante la RPC no pueden convertirse en un problema secundario o de plano olvidarse. Al contrario, deben ser la preocupación central de un análisis proletario, porque de los errores aprendemos más, siempre y cuando no cometamos los mismos errores.

Las últimas palabras de Raymond Lotta estuvieron dedicadas a presentar la “visión vibrante” de Bob Avakian sobre el socialismo y el comunismo. Pero si Bob Avakian “ha desbrozado nuevos terrenos del marxismo-leninismo-maoísmo” como lo plantea RL, sólo puedo decir que veo puro socialismo utópico y nada más. Pero como es incorrecto e inconsecuente discutir la obra de un autor sobre la base de un brevísimo comentario elaborado por otro autor, es preferible terminar mis reflexiones críticas al texto-conferencia de RL. Reflexiones que pretenden desentrañar algunas de las experiencias revolucionarias del proletariado, en el largo y sinuoso camino por construir un mundo comunista.

La iniciativa de Raymond Lotta y compañía, siguiendo los argumentos presentados en su conferencia, para dar a conocer la verdad sobre los logros históricos de la revolución comunista, es un insulto a todos los camaradas que luchan por un mundo mejor desde las barricadas del marxismo-leninismo-maoísmo. De hecho, más que ayudar a poner las cosas en claro, sus insensatas declaraciones contribuyen a obscurecer, distorsionar e incluso crear una auténtica confusión. Pero eso no es todo, la confusión sirve para articular una línea de derecha en el interior del marxismo-leninismo-maoísmo.




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