En el siguiente texto voy a exponer un comentario crítico a la conferencia titulada El socialismo
es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor, presentada por
Raymond Lotta en la Facultad de Filosofía de la UNAM, en el mes de mayo de 2006. Misma que fue
previamente publicada en el periódico Revolución, voz del Partido Comunista Revolucionario
de Estados Unidos, números 25-31, 5, 12,19 y 26 de diciembre de 2005, 8, 15, 22 de enero de 2006
y reimpresa como folleto. Para nuestro análisis utilizamos la versión en castellano divulgada en
el folleto.
Mi comentario está fundamentado en el marxismo-leninismo-maoísmo (mlm) y tiene como objetivo
sentar las bases para un debate serio y profundo entre los mlm, que nos encontramos divididos en
torno una serie de problemas fundamentales, tales como el carácter de la revolución democrática,
el socialismo, la restauración del capitalismo, la revolución de Octubre, el papel de Stalin en
la restauración capitalista en la URSS, la revolución china y la revolución cultural. La polémica
entre mlm debe guiarse por el principio de unidad-crítica-unidad, porque se trata de “contradicciones
en el seno del pueblo” y de ninguna manera de “contradicciones antagónicas”.
En la introducción, Raymond Lotta (RL), quien se autopresenta como “economista político maoísta”,
cuando, en realidad, es “economista” (por su formación académica) y “economicista” (por su posición
política e ideológica); nos advierte de dos cosas: la primera, que “Toda una generación” sólo ha
escuchado “que el socialismo fracasó y que el capitalismo es lo máximo” y “que el socialismo es una
pesadilla” y, la segunda, que esta “‘revisión de la historia’ también ha afectado a muchos
intelectuales progresistas”. Puntos de partida con los cuales es muy difícil no estar de acuerdo.
El proyecto “Pongamos las cosas en claro”, que impulsa RL, tiene el propósito de “convertir este
ataque ideológico contra el comunismo en un debate enérgico en las universidades” sobre el pasado
y futuro del comunismo. La conferencia de RL forma parte importante de este proyecto, arenga que se
difundió en varias universidades (y seguro repitió textualmente, como fue el caso de México).
Lo primero que salta a la vista, es una cuestión muy simple: el nombre tan contundente, pretencioso
y determinante del proyecto, cuando, a final de cuentas, no cumple de manera adecuada y objetiva
con lo que promete: poner las cosas en claro. En efecto, la disertación de RL -con una duración de
alrededor de 90 minutos- pretende aclarar varios problemas complejos: “confrontar las mentiras sobre
el socialismo, analizar la experiencia y los logros de la revolución bolchevique de 1917 a 1956 y
de la revolución china de 1949 a 1976” y, por si fuera poco, plantear la “nueva visión de Bob Avakian
sobre el proyecto comunista”.
Hay un dicho popular que dice: “El que mucho abarca poco aprieta”. Creo que la conferencia de RL
adolece, de entrada, de esta deficiencia. Son tantos y tan complejos los problemas que se propone
dilucidar que, realmente, resulta muy difícil explicar de manera seria y profunda cada uno de ellos
en tan poco tiempo, así fuera el mejor ponente (pero, la verdad, luego de 30 minutos de gritos
irritantes es complicado seguir con atención el sermón, y más cuando se dirige a un publico que no
entiende inglés y, por tanto, debe atender a la traducción simultánea). En consecuencia, RL aborda
los temas a vuelo de pájaro, es decir, ofrece una interpretación limitada y superficial, sin rigor
y honestidad intelectual.
Pero este asunto no es el inconveniente primordial. La contradicción principal está en la forma
subjetiva (antimarxista) que emplea para explicar los temas propuestos (con excepción del último).
Antes de entrar de lleno a confrontar los puntos de vista de RL, también quisiera hacer un comentario
rápido sobre el lugar seleccionado para llevar a acabo la campaña de aclaraciones: las universidades.
Realmente es de llamar la atención que las conferencias se hayan diseñado para los centros de enseñanza
superior y no para obreros y campesinos, barrios populares, centros comunitarios, migrantes, minorías,
organizaciones políticas y sociales, etc. En la intervención de RL no hay ningún tipo de explicación
sobre esta decisión (y tal vez no tenía porque darla, pero creo que sería de gran utilidad para
entender mejor la perspectiva de la campaña). Puedo suponer cuatro posibles justificaciones, aunque
corro el riesgo de equivocarme. Primera: los compañeros que organizaron esta campaña están pensando
en reeditar las viejas tesis de la década de los sesenta esbozadas principalmente por Marcuse, quien
haciendo un incorrecto análisis del desarrollo del capitalismo e incapaz de vincular la teoría
marxista con las luchas de las masas trabajadoras, planteó que la clase obrera había sido integrada
al capitalismo y perdido todo su potencial revolucionario, por tanto, los estudiantes eran el nuevo
sujeto histórico de la revolución y las universidades los escenarios principales de la misma.
Segunda: los compañeros están interesados en trasladar mecánicamente a los EU la experiencia de los
movimientos estudiantiles de China (donde, efectivamente, casi siempre jugaron un papel importante
en los inicios de los procesos revolucionarios, por ejemplo: 1919 -contra los acuerdos de Versalles-,
1935 -en la lucha patriótica contra el Japón-,1966 -la revolución cultural-).
Tercera: los compañeros están impregnados del marxismo académico o legal, y prefieren la tranquilidad
de los salones de clase y auditorios a los escandalosos centros fabriles y malsanos campos agrícolas,
o en otras palabras, deciden desarrollar un trabajo político entre fracciones de la burguesía y
pequeña burguesía en lugar de obreros industriales y jornaleros del campo.
Y cuarta: los compañeros piensan que los estudiantes universitarios son el receptáculo fundamental
de las posiciones anticomunistas elaboradas por la burguesía y todos sus aparatos ideológicos,
incluidos los centros académicos. Por ello, las universidades constituyen el corazón del campo de
batalla ideológico en defensa del mlm, el socialismo y el comunismo.
¿A quién se dirige Raymond Lotta? Llama la atención que se conozca de antemano el tipo de publico
asistente a la perorata: “Hoy está aquí mucha gente que ansía una alternativa a este sistema; que
quiere dedicar la vida a hacer algo por el bien de la humanidad”. Se tiene la certeza de que entre
la concurrencia no hay personas que llevan años escuchando el discurso anticomunista dominante,
con los cuales, por cierto, se piensa dar un “debate enérgico”. De las palabras de RL se desprende
que la mayoría de los asistentes son o serán activistas políticos de tiempo completo para la
revolución, ya son parte de la misma causa. Así las cosas, el proyecto de discutir para poner las
cosas en claro es una farsa, porque a fin de cuentas se habla ante puros activistas convencidos
o, en el peor de los mundos posibles, simpatizantes de su posición política e ideológica. Se
pretende, entonces, polemizar con quienes se comparte la misma posición sobre los temas a tratar
o solamente puntualizarlos para que se hagan preguntas, que no son sino simples pedidos de
aclaraciones (como ocurrió en la Facultad de Filosofía de la UNAM).
Una omisión importante. Cuando RL señala que los primeros pasos hacia el comunismo fueron las
revoluciones rusa y china, se olvida increíblemente de mencionar la Comuna de París (aunque más
adelante se refriere a ella con cierto sentido peyorativo: “Eran los primeros pasos, aparte de
la breve comuna de París”, como si la brevedad -dos meses de duración- fuera suficiente razón
para despreciarla), Comuna que también sufrió una derrota y fue motivo de inspiración para los
revolucionarios del siglo XX, comenzando por Lenin y continuando con Mao Tsetung.
Los problemas serios comienzan precisamente cuando RL se plantea la pregunta “¿Por qué es importante
saber la verdad sobre las revoluciones rusa y china?” Porque está en juego el “futuro de la humanidad”,
cierto, sin duda. Pero para demostrar que el capitalismo es un “horror” se apoya en datos como
los siguientes: la muerte de 35 mil niños cada día, los 3 más ricos de EU controlan “más activos”
que el PNB de los 40 países más pobres, el ecobalance de este planeta está en peligro, uno de cada
8 negros de 20 a 30 años está en prisión, incluso, por esa línea de demostración la lista podría
ser más larga y contundente. En los argumentos de RL para expresar el horror del capitalismo, no
hay, ni por equivocación, una referencia a la terrible situación de explotación que padece la clase
obrera en los EU y el resto del mundo: duración de jornadas de trabajo, salarios miserables,
condiciones antihumanas de los centros de trabajo, accidentes laborables, formas de contratación,
polivalencia laboral, despidos masivos, aumento del ejército de reserva industrial, competencia
despiadada entre obreros, primas a la productividad y al buen comportamiento, desaparición de
sindicatos y otras formas de organización obrera, modificación de las leyes laborales, subempleo,
crecimiento de la población dedicada a la economía informal, etcétera (se deja de lado el secreto
más recóndito de todo el edificio social capitalista: las relaciones de producción basadas en el
trabajo asalariado, ahí se encuentra el verdadero horror del capitalismo, del que emanan otros más).
La clave del sistema de explotación capitalista no está en la existencia de pobreza, injusticia,
discriminación racial-género-religiosa, debacle ecológico, concentración de la riqueza aunque
todos sean problemas importantes, no son, reiteramos, la esencia para entender y explicar el modo
de producción capitalista. La burguesía puede aplicar -en momentos determinados- políticas
económicas para disminuir la pobreza, para reducir la brecha entre ricos y pobres, para ordenar
el sistema jurídico, etc., es decir implementar un capitalismo benefactor o con rostro humano
con el propósito de evitar la agudización de las contradicciones sociales, o sea, de las luchas
de clases.
Recordemos, incluso, que en el siglo XIX algunos pensadores “socialistas” afirmaban que el
capitalismo regulado por el Estado burgués era equivalente a un “socialismo de Estado”. Pero la
burguesía y su Estado nunca van a desaparecer el trabajo asalariado fuente de pulsvalor y
condición misma del sistema de explotación, aunque pueda complementarlo con la reproducción o
recuperación de relaciones de producción precapitalistas.
Cómo es posible que un “economista político maoísta” pase por alto lo más elemental de la crítica
de la economía política realizada por Marx en El Capital. En los Grundrisse, Marx afirma que el
capital es una relación y sólo puede ser una relación de producción. Uno podría pensar que sólo
en esta parte del texto se estaría cometiendo esta omisión y que de inmediato sería corregida,
pero no ocurre así. Este olvido se encuentra a lo largo del texto. Por ello, sostenemos que se
trata de una posición consciente, de una desviación economista o economicista.
En la definición que hace RL de comunismo, el señalamiento a las relaciones de producción se hace
de tal forma que pierden toda relevancia y, por otro lado, tampoco aparece ningún comentario
sobre el carácter de las fuerzas productivas propias de esta sociedad. Se dice en buen lenguaje
lennonista (de John Lennon) que el comunismo lo podemos imaginar como una sociedad donde la
“gente conozca el mundo y lo transforme conscientemente… donde se haya zafado de las cadenas de
la tradición y la ignorancia… donde trabaje colectivamente para producir los artículos básicos y
también para explotar el arte, la cultura y la ciencia, ¡y se divierta haciéndolo!... donde el
punto de vista científico y la imaginación se refuercen uno a otro… donde haya unidad y diversidad,
y se dé amplio debate y lucha ideológica sobre el rumbo y el desarrollo de la sociedad, pero sin
antagonismo de clase… donde las relaciones humanas se basen en el respeto mutuo, amor a la humanidad
y un verdadero interés por su bienestar… que se ha superado todas las clases y diferencias de
clases; abolido todos los sistemas y relaciones de explotación; acabado con todas las instituciones
sociales de opresión y las relaciones de desigualdad social (como la discriminación racial y la
dominación de la mujer por el hombre); y dejado atrás todos los valores e ideas retrógrados y
opresivos”.
Una sociedad con estas características, dice RL, es comunista. Y nosotros preguntamos ¿por qué
no hay una sola referencia a cuestiones tan importantes como el Estado, la democracia, la
propiedad de los medios de producción, las mercancías, el dinero, los salarios, la división
entre el trabajo manual e intelectual, la divergencia entre ciudad y campo, la disciplina
laboral? Silencio sepulcral. Con una definición de esta naturaleza se está más cerca de la isla
de Utopía que de Rusia y China, en otros términos, la propuesta de RL está más identificada
con Tomas Moro (por quien siento un profundo respeto, pero no deja de ser un exponente del
socialismo utópico o premarxista) que con Carlos Marx, Federico Engels, Lenin y Mao Tsetung.
Las diatribas de RL llegan al extremo de afirmar que “El proletariado es la clase que surge de
las fuerzas productivas socializadas de la sociedad capitalista”. En nuestros días, en efecto,
la sociedad capitalista se caracteriza por un empleo más socializado de las fuerzas productivas,
o sea, que el desarrollo impresionante de las fuerzas productivas requiere de una división del
trabajo más compleja. Pero vistas así las cosas, se podría desprender erróneamente que el
proletariado es una clase social que acaba de aparecer en la historia, y que es el producto de
la división del trabajo productivo. Las palabras de RL dan pie a esa interpretación. Sin embargo,
en El Capital Marx dedicó el capítulo de la Acumulación Originaria de Capital para demostrar como
surgen las dos clases fundamentales (no las únicas) del capitalismo desde el siglo XVI, y luego
su consolidación en el capítulo de Maquinaria y Gran Industria. La seudo explicación de RL tira
por la borda todo el estudio marxista para decirnos en seis palabras que el proletariado “surge
de las fuerzas productivas socializadas”.
El desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y su socialización es resultado de la
carrera o competencia entre capitalistas para aumentar la tasa de explotación de la fuerza de
trabajo de los obreros. Simplemente hay que leer la forma como Marx explica el origen del
plusvalor absoluto, relativo y extraordinario para comprender porque el capital requiere de esos
dos elementos: desarrollar y socializar, yo agregaría, concentrar y centralizar.
El proletariado, sostiene RL, “Representa el trabajo y los esfuerzos colectivos que
corresponden al carácter socializado de las fuerzas productivas”. No señor “economista
político maoísta”. Esta explicación es subjetiva, superficial y unilateral. La existencia
del proletariado nos recuerda cada minuto, cada hora y cada día que el trabajo y los esfuerzos
colectivos en la sociedad capitalista se desarrollan a través de una relación de explotación
del hombre por el hombre: el trabajo asalariado. El proletariado representa la clase contratada
(por un número determinado de horas de trabajo y una cierta cantidad de dinero, salario, por
carecer de medios de producción y subsistencia) para poner en funcionamiento las fuerzas
productivas (propiedad de los capitalistas, con excepción de la fuerza productiva del
trabajador, por eso, se ve en la necesidad de emplearlo) y realizar el proceso productivo
(relaciones de producción olvidadas sistemáticamente por RL).
Luego RL se desliza para plantear una interrogante crucial para toda la problemática planteada en
la conferencia ¿Qué es el socialismo? “el socialismo es una transición del capitalismo al comunismo,
a la sociedad sin clases”. Hasta aquí estoy de acuerdo con RL. “En el socialismo el proletariado
y sus aliados (que son la gran mayoría de la sociedad) trasforman conscientemente las estructuras
económicas, las relaciones sociales y las ideas que perpetúan las divisiones sociales de clase.
Se desata la creatividad e iniciativa de los que han estado en el fondo de la sociedad. La
revolución socialista establece un nuevo sistema de gobierno: la dictadura del proletariado, que
frena y controla a las viejas clases explotadoras y a los que buscan tumbar el nuevo sistema.
Tal sistema les da a las masas el derecho y la capacidad de cambiar el mundo, de participar en
todo aspecto de la sociedad y de ser amos de la sociedad… La revolución socialista establece una
nueva economía basada en la propiedad social de los medios de producción y la planificación social;
la cooperación para solucionar problemas y atender necesidades sociales; y un conjunto de prioridades
económicas y sociales completamente nuevas. La dictadura del proletariado ejerce una dictadura sobre
los capitalistas y apoya un sistema que permite liberarse del capitalismo”. Aquí ya tengo varios
problemas a dilucidar.
Lo primero que resalta de esta explicación -a la mejor porque no se consideró necesario, o se daba
por obvio- es la omisión de un comentario en el sentido de que para llegar al socialismo (que
posiblemente tuvo necesidad de una fase previa de revolución democrática popular o de nueva
democracia) se requiere del triunfo de la revolución dirigida por el proletariado y su partido de
vanguardia que, a su vez, es guiado por una teoría revolucionaria fundada en el marxismo.
Luego tenemos dos imperdonables omisiones para un maoísta: uno, no hay ni una sola referencia al
tipo de Estado que se establece en el socialismo, porque yo creo que RL está de acuerdo en que
“sistema de gobierno” no es igual a Estado, al no ser que para él si lo sea y entonces tenemos
un problema mayúsculo; y dos, existe una ausencia total sobre el papel del partido proletario en
el periodo de transición revolucionario.
La dictadura del proletariado no “frena y controla” a sus enemigos, como afirma RL, sino que es
un instrumento en manos del proletariado y sus aliados para desplegar una encarnizada lucha de
clases contra las clases contrarrevolucionarias, que quieren la restauración del capitalismo.
Pero todavía más: la dictadura del proletariado tiene como objetivo prioritario crear las
condiciones para su propia extinción, a través de un proceso simultáneo que requiere, entre
otras muchas cosas, la desaparición de todas las clases sociales.
Si el socialismo es un periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo entonces tenemos
la reproducción del sistema capitalista, por lo tanto, existe Estado; proletariado, burguesía,
pequeña burguesía, campesinos, lucha entre las diversas clases, capital, trabajo asalariado:
luego, entonces, explotación, costumbres, tradiciones, ideologías burguesas, ordenamientos
jurídicos burgueses, etc. En suma: hay condiciones materiales y espirituales (en la estructura
y la superestructura) que permiten la reproducción capitalistas, las cuales, incluso en las
primeras etapas del socialismo son fuertes y se niegan a desaparecer. Todo esto, por consiguiente,
es lo que el proletariado como clase en el poder necesita destruir y sustituir con los nuevos
elementos comunistas, que durante un periodo de tiempo no existen o son muy pocos y débiles,
por esto mismo, se corre el peligro de la restauración capitalista. Estas concepciones, sin
embargo, no están presentes en el discurso de RL. Él se mantiene consecuente con su visión pre
marxista del socialismo, o sea, utópico.
Con estos principios básicos del socialismo utópico Raymond Lotta se lanza a fondo para “poner
las cosas en claro” sobre las revoluciones rusa y china. Pero ojo, mucho ojo, a estas alturas,
ya consumió 30 minutos de los 90 que dura su intervención y además falta por comentar las
supuestas aportaciones de Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario de los
EU, a la teoría del comunismo.
Antes de entrar a analizar la versión, revisión de la historia, de RL sobre la revolución rusa,
también quiero afirmar que la síntesis hecha por RL sobre la naturaleza del socialismo no fue
la que guió a Lenin cuando se lanzó a la batalla en octubre de 1917. Basta con revisar, Las
cartas desde lejos, La tesis de abril, Resoluciones de la VII conferencia nacional del POSDR(B),
La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, etc. Textos escritos antes de octubre de 1917.
Las primeras medidas implantadas por el gobierno soviético fueron, en gran medida, el resultado
de las condiciones caóticas en las que se encontró el país durante 4 años de guerra imperialista
y casi un año de revolución y, por supuesto, de la lucha de clase desplegada por el proletariado
y sus aliados, primero, contra sus enemigos internos y, después, contra sus enemigos internos
y externos.
“Los sucesos de febrero de 1917 abrieron el camino a la Revolución de Octubre en Rusia”. ¿Cuáles
fueron los “sucesos” de febrero? RL cita: “Grandes huelgas y protestas en lo que hoy es San
Petersburgo tumbaron al zar y una coalición liberal tomó el poder”. Mayor desprecio por los
acontecimientos revolucionarios de febrero es difícil encontrar, y lo peor es que venga de un
maoísta. Los “sucesos” ocurridos en el mes de febrero y los primeros días de marzo fueron una
Revolución, la primera de dos revoluciones que se desarrollaron en 1917. Si no somos precisos
con el lenguaje que usamos para designar los grandes acontecimientos revolucionarios de las
masas trabajadoras armadas, después no va a faltar quien llame simples “sucesos” a la Revolución
de Octubre. Y puede ser alguien que se encuentre de este lado de las barricadas.
La revolución de febrero realizada por los obreros, soldados, campesinos y estudiantes acabó con
la dinastía de los Románov, que había regido Rusia desde 1613.
Esas masas insurrectas que obtuvieron una victoria contundente, crearon su órgano de poder: el
Soviet de Petrogrado, donde los mencheviques y socialistas revolucionarios tenían la inmensa
mayoría (la presencia de los bolcheviques en el Soviet era minoritaria, casi insignificante).
Y fueron estas dos tendencias las encargadas de entregar el poder a un grupo reducido de miembros
del Comité Provisional de la Duma. Mediante esta negociación surgió el Gobierno provisional. En
este punto se ubicó el problema central de la revolución de febrero. La traición cometida por
los mencheviques y eseristas permitió que la revolución victoriosa hecha por las masas trasladara
el poder arrebatado a la monarquía a manos de la burguesía y los terratenientes capitalistas.
Pero, “¿Cuál era la situación antes de la revolución? La mayoría de la población vivía en el campo,
donde todavía se trabajaba la tierra con arados de madera. La religión y la superstición estaban
enraizadas en la vida cotidiana, y la siembra de la tierra se regía por los días santos. El marido
golpeaba a la mujer. Las ciudades sufrían grandes epidemias. La autocracia gobernaba a través de
una enorme red de espías, policías y prisiones. Suprimían los ideamos y culturas de las etnias.
Esa era la ‘normalidad’ antes de la revolución, y se volvió más intolerable cuando Rusia entró en
la I Guerra Mundial y los campesinos y los obreros se los llevaron a la fuerza”. Resumiendo: la
situación en Rusia antes de la revolución se caracterizaba por campesinos que trabajan con arados
de madera, dominación de las ideas religiosas, violencia intrafamiliar, enfermedades, represión,
ataques a las minorías nacionales, reclutamiento forzoso.
Increíble, pero cierto. Según RL, no había en Rusia una brutal explotación de la clase obrera
(jornada de trabajo por encima de las 10 horas diarias, salarios exiguos, peores condiciones para
el trabajo infantil y femenil, accidentes de trabajo, prohibición para formar sindicatos, huelgas
violentas, marchas combativas, mítines encendidos, propaganda revolucionaria, etc.), ni tampoco
una descomunal explotación y opresión de los campesinos (concentración de la tierra en grandes
propietarios, la expropiación de las tierras de las comunidades, reproducción extendida de formas
precapitalistas de explotación -feudales y asiáticas- combinadas con trabajo asalariado, expulsión
de campesinos a las ciudades donde estaba creciendo la industria, rebeliones campesinas, etc.),
pero además brillaban por su ausencia el analfabetismo de la inmensa mayoría de la población, el
hambre y la miseria generalizadas.
Con la explicación que nos brinda RL sobre la situación previa a la revolución, se puede desprender
que los motivos que desencadenaron la furia revolucionaria en las ciudades y el campo fueron la
existencia de “epidemias”, mujeres golpeadas y “arados de madera”. Es verdad que jugaron un papel
importante en la revolución la represión furiosa hacia obreros y campesinos, los ataques que
sufrían las minorías nacionales y la inconformidad de los trabajadores de la ciudad y el campo
por la movilización obligatoria al frente de batalla. Ante esta exposición del “economista político
maoísta” sólo podemos decir una cosa: estamos realmente sorprendidos por la pobre aplicación del
materialismo dialéctico e histórico para analizar una situación concreta, o peor aún, la inexistencia
de un análisis marxista de una situación concreta en un momento concreto.
En octubre, los bolcheviques dirigieron la insurrección de masas armadas que depuso al Gobierno
provisional. Era la segunda revolución de 1917. El II Congreso de los Soviets de Toda Rusia,
reunido del 25 al 27 de octubre, aprobó (no “dos decretos contundentes” como dice RL), sino tres:
retirar a Rusia de la guerra imperialista, repartir la tierra entre los campesinos, proclamar
un nuevo gobierno dirigido por el presidente Lenin, pero bajo el control del Congreso de los
Soviets de Toda Rusia. Por cierto, el gobierno soviético surgido de la Revolución de Octubre era
un “Gobierno obrero y campesino”, y no exclusivamente obrero. Aún más contundente: no fue una
dictadura del proletariado, sino una “Dictadura democrática de obreros y campesinos” (palabras
de Lenin).
Raymond Lotta brinca a otra explicación incorrecta de la revolución rusa: “A diferencia de las
demás fuerzas de la sociedad rusa, el partido bolchevique estaba preparado para dirigir el
alzamiento de las masas”. ¿Dónde, cómo y cuándo los bolcheviques adquirieron esa destreza
revolucionaria? No hay un solo señalamiento. Se da por asentado. La verdad es otra y muy diferente.
Cuando, a mediados de septiembre de 1917, Lenin llegó a la conclusión de que el partido bolchevique
debía tomar el poder del Estado, a través de la insurrección armada en Petrogrado y Moscú (sin
establecer una fecha), el Comité Central (CC) decidió participar en la Conferencia Democrática
convocada por los mencheviques y eseristas para conformar un “Anteparlamento”, ante el cual, el
gobierno sería, en cierta medida, responsable. Así pues, a finales de septiembre, el partido
bolchevique comenzó a caminar por dos rutas diferentes. Todavía más: Lenin era minoría en el CC
y el partido. Y todavía peor: Lenin se encontraba en Finlandia.
En esta crítica situación, Lenin hizo declaraciones fuertes contra sus íntimos amigos que, de
acuerdo con la versión de RL, ya estaban listos para dirigir la insurrección: “Y no cabe la menor
duda de que si los bolcheviques cayeran en la trampa de las ilusiones constitucionalistas, de
la ‘confianza’ en el Congreso de los Soviets, y en la convocatoria de la Asamblea Constituyente,
de la ‘espera’ del Congreso de los Soviets, etc.; no cabe duda de que esos bolcheviques serían
unos traidores miserables a la causa proletaria”; “los bolcheviques se cubrirían de oprobio para
siempre y quedarían reducidos a la nada como partido. Porque dejar pasar este momento y ‘esperar’
al Congreso de los Soviets es una idiotez completa o una traición completa”; y “Al ver que el
CC ha dejado incluso sin respuesta mis instancias… debo considerar que existe en ello una ‘sutil’
insinuación del deseo de taparme la boca y de proponerme que me retire. Me veo obligado a dimitir
a mi cargo en el CC, cosa que hago, y a reservarme la libertad de hacer agitación en las
organizaciones de base del partido y en su Congreso. Porque estoy profundamente convencido de
si ‘esperamos’ al Congreso de los Soviets y dejamos ahora pasar el momento, hundiremos la
revolución” (Lenin, Los campeones del Fraude y los Errores de los Bolcheviques, Del Diario de
un Publicista, La Crisis ha Madurado).
A partir del 10 de octubre Lenin, quien había regresado a Petrogrado días antes, dio a conocer
su posición y en un conjunto de discusiones virulentas pudo de nuevo convencer a la mayoría
del CC y del partido para que se pusiera en marcha el dispositivo insurreccional (sin fijar
fecha). Ante la oposición de una minoría a la insurrección, el 16 del mismo mes se volvió a
discutir el punto de la insurrección armada, el cual fue aprobado por mayoría. Pero aún el mismo
24 de octubre, en el Comité Central y el Comité Militar Revolucionario había dudas y titubeos.
Lenin apremiaba: “aplazar la insurrección significaría definitivamente la muerte”. Las divisiones,
desconciertos y desorganización, fueron desplazados a la hora de la hora y el partido actuó con
perspicacia, decisión y audacia. En dos días de combate, la revolución había triunfado. De qué
tipo de preparación habla RL. Los bolcheviques carecían de experiencia para organizar
insurrecciones armadas, así como para gobernar.
Raymond Lotta salta a otro comentario erróneo sobre el periodo de la guerra civil. “Los
bolcheviques tomaron las riendas de una economía de guerra al borde de la de ruina”. Gracias
a la tregua relativamente elemental alcanzada con Alemania (Tratado de Brest-Litovsk, que el
“economista político maoísta” comprometido con poner las cosas en claro olvidó de punta a
punta: fue un hecho que simple y sencillamente no le mereció una sola palabra), el gobierno
obrero y campesino pudo discutir y aprobar un programa de reorganización general. Mismo que
se encuentra en la importante obra de Lenin: Las tareas inmediatas del poder soviético, que
también pasó inadvertida para RL. Las tareas inmediatas no pudieron llevarse a cabo por el
inicio de la contrarrevolución interna y la invasión de las potencias imperialistas. Este
cambio brusco obligó al Estado obrero y campesino a modificar radicalmente sus políticas para
sobrevivir a una nueva guerra. Se vieron en la necesidad de implantar un conjunto de medidas
provisionales que se englobaron bajo el nombre de “comunismo de guerra”. Medidas drásticas que
se aplicaron de junio de 1918 hasta marzo de 1921, cuando el Comité Ejecutivo Central de los
Soviets de toda Rusia decretó la sustitución del régimen de la requisa por el impuesto en
especie. Las políticas del “comunismo de guerra” permitieron, sin embargo, el triunfo del
Ejercito Rojo y la derrota aplastante de los “blancos” y sus aliados externos. Pero aún hay
más: el “comunismo de guerra” puso en inminente peligro la alianza obrero campesina y, por
tanto, la permanencia del Estado soviético, en consecuencia, la revolución (huelgas obreras,
levantamientos campesinos, descontento de soldados que aterrizaron, finalmente, en la rebelión
de Kronstadt en febrero de 1921). Por estas razones, el Estado democrático de obreros y
campesinos cambió el “comunismo de guerra” por la “nueva política económica” (NEP), después
de una convulsionada lucha política en el interior del partido bolchevique y los soviets de
obreros, campesinos y soldados. Y que, por cierto, la nueva política económica no fue entendida
en sus justas dimensiones por una gran mayoría de bolcheviques, para no ir demasiado lejos:
Stalin, y por eso la mandó “al diablo” en 1928 (palabras de Stalin).
Ahora bien, en el curso del “comunismo de guerra” y de las peores condiciones posibles, los
obreros crearon, local y pasajeramente, relaciones de producción comunistas: los sábados
comunistas, donde los obreros trabajaban horas extraordinarias sin ningún tipo de retribución
y consiguiendo un aumento de la productividad del trabajo. El trabajo asalariado fue sustituido
por el trabajo gratuito y consciente de los obreros ferrocarrileros. Con el apoyo del Estado,
afirmaba Lenin, los brotes de comunismo (creados por las masas conscientes) se irían
consolidando hasta conseguir la victoria total del comunismo sobre el capitalismo. Estas
relaciones de producción nuevas desaparecieron pronto por las condiciones existentes en ese
momento.
En medio de la cruenta guerra civil, se formó la III Internacional Comunista (1919-1920),
que constituyó un hito en la historia de la revolución y del movimiento comunista
internacional.
Pero ninguna, absolutamente ninguna, de todas estas cosas tan embrolladas resultaron
importantes para quien prometió hablar de las “dificultades” que encaró la Revolución de
Octubre.
A estas alturas del análisis, resulta irremediable hacer un alto en el camino para preguntar
si la exposición de RL permite “conocer la verdad” sobre la revolución rusa. Yo creo que no
cumple con lo que promete, se queda muy, pero muy, lejos de una interpretación seria,
completa y objetiva. Con este raquítico equipaje teórico, por decir lo menos, resulta
imposible salir a “confrontar y refutar” dignamente las distorsiones anticomunistas
dominantes en el conjunto de las sociedades norteamericana y mexicana. ¿Por qué se eligió
a México para la campaña de clarificaciones? Interesante pregunta.
Después de la pausa, sigo adelante confrontando y refutando las distorsiones de RL sobre
la Revolución de Octubre. Voy a tomar dos o tres problemas más sobre la revolución rusa
y concluiré.
Veamos ahora qué hicieron los comunistas en el poder. RL menciona cuatro cosas que, por
supuesto, consideramos son las más relevantes para él: emancipar a la mujer, eliminar
la opresión de los grupos étnicos, lanzar campañas nacionales de educación e impulsar la
salud. De nuevo, cuáles fueron las razones que llevaron a RL a seleccionar solamente
estos cuatro aspectos, cuando tenemos muchos incluso más importantes dentro de la
estrategia de sentar bases para construir el socialismo. Recordemos algunos, porque la
lista es enorme (entre 1917 y 1924): el decreto sobre el control obrero, la declaración
de los derechos del pueblo trabajador y explotado, la creación del consejo superior de
economía nacional, la nacionalización de todos los bancos, la creación del capitalismo
de Estado bajo control soviético, la expropiación de la gran industria, el reparto
agrario, los cambios profundos de la NEP, la nacionalización del comercio exterior, la
democracia proletaria, el combate a los capitalistas y terratenientes reaccionarios,
el incremento a la productividad, el combate a la indisciplina, el código del trabajo,
los acuerdos con las cooperativas de producción y consumo.
“Tras la muerte de Lenin, en 1924, José Stalin asumió la dirección del Partido Comunista
de la Unión Soviética”. De nuevo, RL no considera pertinente explicar la lucha por la
sucesión. El proceso de consolidación de la jefatura de Stalin (1922-1929) requirió de
contradicciones fuertes (y de subordinar mediante métodos no marxistas, digámoslo
claramente: con violencia excesiva) primero a Trotski, después a Sinóviev y Kámenev, y
por último a Bujarin, Rikov y Tomski. Todos ellos fueron más tarde asesinados por Stalin,
con excepción de Tomski que se suicido en 1936 (obviamente presionado por los
acontecimientos al interior del partido). Ante estas purgas, RL confiesa: “tengo que
decir francamente que hace falta investigar más a fondo lo que pasaba en el Partido
Comunista de la Unión soviética en los años 30”. Pero inmediatamente justifica el
asesinato de la vieja guardia bolchevique por las “crecientes tensiones internacionales”,
es decir, causas externas, no se hace un análisis de las contradicciones internas. Stalin
y otros dirigentes, continúa RL, “no sabían con seguridad si algunos líderes regionales
del partido iban a cumplir las directrices centrales”. Pero da la casualidad que Trotski,
Sinóviev, Kámenev, Bujarin, Rikov, y otros más no eran “líderes regionales” sino
dirigentes históricos de la Revolución de Octubre.
Dice bien RL que Stalin dudaba de que se fueran a cumplir las directrices centrales,
porque ese era el método impuesto a la fuerza por Stalin, ya no había discusión abierta,
apasionada y con argumentos para definir las líneas a seguir, como en la época de Lenin.
Ahora el secretario general exigía cumplimiento total a las directrices elaboradas e
impuestas por él desde las alturas. Y que por ese simple hecho eran correctas de antemano.
Stalin sustituyó la democracia proletaria por el totalitarismo político. Acabó con la
alianza obrero-campesina base del Estado democrático soviético e implantó la dictadura
sobre la clase trabajadora del campo y la ciudad (en 1928, cuando finalmente “mandó al
diablo” la NEP, daba la casualidad que también mandaba al “diablo” la NEP leninista,
que era un sistema de alianzas de clase para preservar la dictadura democrática de
obreros y campesinos).
RL sostiene que Stalin “Tampoco podía confiar plenamente en el alto mando del ejército”
porque había firmado pactos militares con Alemania. Pero aquí surge una pregunta obligada,
¿Stalin no estaba al tanto de los acuerdos firmados por sus militares con militares de
otros países? Entonces de que tipo de líder estamos hablando. Stalin que lo controlaba
todo, de acuerdo con la explicación de RL, los militares tendrían una especie “autonomía
relativa” y podían hacer cosas peligrosas a espalda de su máximo dirigente. ¡Increíble!
¿Dónde está el análisis materialista dialéctico e histórico? Sigue brillando por su
ausencia.
Resumiendo: para Raymond Lotta Stalin desconfiaba de compañeros del CC, de altos
dirigentes del partido y del Estado, de líderes regionales, de los altos mandos del
ejército y, por esa razón, llevó a cabo las grandes purgas. Método que, desde el ángulo
que se le quiera ver, es total y absolutamente antimarxista. Para Stalin no había que
tratar la enfermedad para salvar al paciente, había que matar al enfermo. O “muerto el
perro, se acabó la rabia”. Y ese es un método burgués, con el cual no se puede estar
de acuerdo.
RL agrega: “Stalin luchaba por defender la revolución y no admitía que la Unión Soviética
diera marcha atrás al capitalismo ni hincara la rodilla ente el imperialismo”. Podemos
hacer una serie de reflexiones elementales sobre esta declaración de RL: ¿Stalin luchaba
solo y su alma por defender la revolución? ¿No había más dirigentes comunistas partidarios
de la revolución en quién apoyarse? ¿Cómo fue posible que las figuras más destacadas del
Estado y del partido se convirtieran en traidores partidarios del camino capitalista y
del imperialismo? ¿Por qué Stalin tampoco tuvo confianza en las masas? ¿Por qué no
movilizó a las masas para corregir los problemas en el Estado y el partido? ¿En quién
confiaba realmente Stalin? Creo, definitivamente, que RL tiene una tarea urgente que
realizar: ponerse a estudiar en serio la revolución rusa antes de salir a las calles
(perdón, a las universidades) a pregonar que va a poner las cosas en claro.
Ahora vamos a abordar, en bloque, una serie de “errores” cometidos por Stalin, y que son
reconocidos por RL. Cuatro son los “errores” de Stalin que menciona RL: 1) Emprendió la
colectivización de las tierras antes de que los campesinos estuvieran preparados para ella.
2) Lanzó una campaña para aumentar la “producción y la disciplina en las fábricas, pensando
que el desarrollo de las fuerzas productivas sería la garantía del socialismo”. Por otro
lado, “frenó la experimentación social y cultural” de la década de los veinte y principio
de los 30, “el proceso de consolidación se llevó a cabo de una forma que reforzó las
relaciones tradicionales”. 3) Consideraba “que la defensa de la Unión Soviética era
exactamente lo mismo” que la defensa de la revolución mundial, es decir, “fomentó
patriotismo en lugar del internacionalismo proletario”. 4) En “vez de guiarse por el
materialismo dialéctico, tendía al materialismo mecanicista” cometiendo “serios errores
de método con consecuencias negativas”, por ejemplo: “su análisis de las contradicciones
y luchas en el socialismo tenía errores”.
Cabe señalar que esta posición de Raymond Lotta es dominante en el seno del maoísmo, pero
de ninguna manera significa que sea la correcta. Durante más de 20 años hemos escuchado
las mismas palabras, ni más ni menos. No se ha avanzado ni un centímetro en el estudio de
la teoría y la práctica del stalinismo. Las críticas a Stalin llegan precisamente hasta
ahí, o sea, al reconocimiento de una serie de “errores” incluso de “graves errores” con
consecuencias negativas, pero no hay más. Esta posición es el resultado de un análisis
mecanicista, no marxista. Contentarse con la detección de algunos “errores”, sin pasar a
esclarecer cuáles fueron sus consecuencias funestas en el proceso revolucionario significa
quedarse en la superficie, denota quedarse en la unilateralidad, implica, en fin, quedarse
en el subjetivismo. Nunca hemos podido leer, por ejemplo, cuáles fueron los efectos
desfavorables para la revolución el que Stalin fuera un grosero (en el pleno sentido de
la palabra) evolucionista vulgar. Mao sostiene que el evolucionismo vulgar o mecanicismo
o metafísica es una posición filosófica burguesa. Sí Stalin era metafísico y no dialéctico,
no tenemos ahí un problema muy, pero muy serio. ¿O vamos a decir que era tantito mecanicista
(tendía, comenta RL), o mejor aún, que era 60 por ciento dialéctico y 40 por ciento metafísico?
Vaya manera dialéctica de tratar el problema. Tenemos necesariamente que sambullirnos en los
mares agitados de la revolución para conocer como impactó está posición burguesa en la
construcción de la Unión Soviética. ¿Socialismo o socialcapitalismo?
RL acepta que en los años treinta, el proceso de industrialización acelerado se basó en el
reforzamiento de las “relaciones tradicionales” y se “mandó al diablo” la capacidad
inventiva de las masas, esto significaba, entonces, que se profundizaron y extendieron las
relaciones salariales de producción, por lo tanto capitalistas. La clase obrera siguió
produciendo plusvalor para los que estaban detrás de la propiedad estatal de los medios de
producción, quienes se lo apropiaban y después repartían las migajas. Personajes que
también estaban interesados en incrementar el pusvalor a través de la socialización y el
desarrollo de las fuerzas productivas. En fin, en este problema también habría que meterse
al fondo de las aguas de la construcción económica para conocer cuáles fueron las
relaciones de producción dominantes en el proceso productivo. Y no quedarse cantando loas
a la industrialización superacelerada y a una supuesta propiedad social de los medios de
producción.
A finales de la década de los 20, los campesinos no estaban preparados para el uso colectivo
de la tierra y los instrumentos de trabajo, dice con verdad RL apoyándose en Mao Tsetung.
Por lo tanto, Stalin echó mano del expediente de la violencia y la violencia no fue
exclusivamente contra los kulaks, sino también contra los campesinos medios y pobres, fue
una medida generalizada. La sóla idea de la violencia contra los campesinos medios y pobres,
insistía Lenin, era lo más absurdo en la alianza de obreros y campesinos. Las comunas
agrícolas, cuando llegará el momento de crearlas, declaraba Lenin, tenían que basarse en
la libre iniciativa de los mismos campesinos, respetando la decisión personal, porque actuar
con violencia significaba echarlo todo a perder. Sin duda, la acción violenta de Stalin en
la colectivización de la tierra significó romper la alianza obrero-campesina y, en consecuencia,
“echarlo todo a perder”. La seudocolectivización de la tierra fue, en realidad, una
expropiación de los campesinos beneficiados por el reparto agrario de la revolución. ¿Qué
surgió entonces de este proceso? Y volvemos a preguntar ¿Socialismo o socialcapitalismo?
RL señala, con justa razón, que en la década de los 30 Stalin fomentó el patriotismo en lugar
del internacionalismo proletario. Se puede llamar “error” a una posición que se repitió una
y otra vez. Recordemos que en 1922-23 Lenin desencadenó una feroz lucha política contra
Stalin, a partir del problema de la “autonomización” y los hechos ocurridos en Georgia. La
importancia de la lucha de Lenin sobre estas cuestiones correspondía a lo que estaba en
juego: el conflicto entre una línea internacionalista proletaria y una línea derechista
tendiente a identificarse con el nacionalismo gran ruso, a pesar de que Stalin era georgiano.
“Declaro una guerra a muerte al chovinismo ruso”, anunció Lenin. Para Lenin, Stalin estaba
dirigiendo dentro del partido un movimiento con clara tendencia a la patriotería autoritaria.
Había actuado como un imperialista ruso, y eso era inaceptable. El “error” de Stalin estaba
presente desde 1922 (si no es que desde antes) y por supuesto nunca lo corrigió, al contrario,
podemos decir, que tendió a consolidar su posición. ¿No significaba entonces que la actuación
de Stalin correspondía a una línea política consciente y clara y no a un simple “error”?. De
nuevo interrogamos, ¿cuáles fueron las consecuencias profundas de la línea stalinista de
“verdadero nacionalismo ruso” en el partido, el problema nacional, el internacionalismo
proletario y la revolución mundial?
Así pues, Raymond Lotta y, junto con él, muchos maoístas que aceptan la concepción de los
“errores cometidos por Stalin”, interpretan dichos “errores” como claroscuros de una puesta
de sol grandiosa. Stalin, a fin de cuentas, era un dirigente que tuvo equivocaciones o
“errores” en la obra de construir el socialismo.
De salida. “Tras la muerte de Stalin en 1953, nuevas fuerzas burguesas del Partido Comunista
maniobraron para tomar el poder. En 1956, Jruschov tomó las riendas, consolidó el poder de
una nueva clase capitalista y dirigió la reestructuración sistemática del capitalismo de
estado”. En otras palabras, la restauración capitalista en la Unión Soviética se debió a
“un golpe de Estado” implementado por el nuevo secretario general del partido comunista y
camaradas revisionistas que lo acompañaban. ¿Quién puede creer esta explicación seudo
científica de la restauración capitalista difundida por Reymond Lotta y compañía?
Desgraciadamente muchos maoístas. Aquí también repetimos, no porque sea la interpretación
más difundida-aceptada es la correcta.
La teoría del complot o del golpe de Estado es otra de las grandes falsificaciones hecha
por RL y compañía sobre la revolución rusa. Desde 1936, Stalin había sostenido que en la
Unión Soviética no existían clase sociales, sólo quedaban tres “grupos sociales amigos”:
obreros, campesinos e intelectuales. En consecuencia, también había desaparecido la lucha
de clases. Esta concepción no era una explicación marxista sino metafísica de la realidad
existente. Si permanecían los obreros había también burguesía: el uno no puede existir
sin el otro, es un principio básico de la dialéctica marxista. A quién beneficiaba una
teoría mecanicista de esta calaña. ¿Dónde, cómo y cuándo se formó la burguesía? A Stalin
le pasó desapercibido la existencia de la burguesía. O peor todavía, él formó, protegió
y consolidó esa burguesía. ¿Dónde se encontraba esta burguesía? Sin duda, el Estado se
convirtió en el único propietario del capital, el Estado era el capitalista colectivo,
para usar una categoría elaborada por Marx, y no los individuos, o funcionarios, o
especialistas, o cuadros; la clase capitalista sólo era propietaria colectivamente y
colectivamente se apropiaba del plusvalor extraído a los trabajadores, por intermedio
del Estado.
A la muerte de Stalin se desató una cruenta lucha por el poder entre diferentes fracciones
de la burguesía burocrática o de estado, de la cual la fracción encabezada por Jruschov
salió triunfadora. El proletariado y todos “los de abajo” (“los amos de la sociedad”
socialista que tenían el “derecho y la capacidad de cambiar el mundo, de participar en
todo aspecto de la sociedad”, según palabras y versión del socialismo utópico de RL) sólo
vieron pasar de lejos este recambio en las alturas, es decir, no jugaron un papel
protagónico en está lucha de clases por el poder. El modelo de capitalismo de estado
construido por Stalin, se modificó muy poco después de su muerte. Aunque hubo varios
cambios de piel en el terreno político e ideológico.
Así pues, el proyecto de Raymond Lotta y compañía con la insolente pretensión de poner
las cosas en claro, cuando ni ellos mismos las tienen claras, es una tremenda
irresponsabilidad y una reverenda estafa política. Con esta interpretación metafísica
de la revolución de Octubre, sólo queda expresar: ¡Qué insensatos!
II
(segunda y última parte)
Para cerrar con broche de oro su análisis sobre la revolución rusa, en el apartado la
“revolución soviética en perspectiva”, Raymond Lotta reafirma sin rubor alguno su posición
idealista de la historia: “Grandes líderes revolucionarios con visión y metodología científica
resumen las lecciones, profundizan los conocimientos y forjan nuevas soluciones al reto de
crear un mundo sin clases”. Para nuestro destacado “economista político maoísta”, los grandes
hombres convertidos en “líderes revolucionarios” son los forjadores de la historia. Ellos y
solamente ellos, poseen una “visión y metodología científica”, pueden sintetizar “las
lecciones”, generan y “profundizan los conocimientos”, en fin, ellos y solamente ellos, están
dotados para encontrar “nuevas soluciones” a los complicados problemas de construir un mundo
comunista. ¿Dónde quedan, pues, las amplias masas populares en el proceso de trasformación
revolucionaria de la sociedad? ¿Qué lugar ocupa el proletariado consciente de clase en la
revolución? ¿Para qué sirve entonces el partido de vanguardia armado con su teoría
marxista-leninista-maoísta? ¿Qué sentido tiene construir instrumentos para la revolución? RL
tiene una respuesta contundente a estas interrogantes: el pueblo necesita un iluminado, un
salvador, un Dios que lo conduzca al paraíso terrenal. Las masas populares (hombres y mujeres)
no intervienen en el desarrollo de la historia, desempeñan, cuando mucho, un papel
secundario.
¿Cuál es la diferencia entre Raymond Lotta, Tito Livio, San Agustín, Maquiavelo, Vico,
Hegel o Comte? Ninguna. Todos son historiadores provistos de una visión y metodología científica
idealista. Para ellos, los hombres más fuertes y mejor dotados son los que hacen la historia,
es decir, los héroes, quienes son elegidos como instrumentos de los altos fines divinos.
En la concepción idealista de RL, la acción de la clase obrera y sus aliados en la lucha
de clases contra el bloque dirigido por la burguesía es rotundamente rechazada. En su lugar
aparece un personaje mítico dotado principalmente de fuerza intelectual: el héroe con “visión
y metodología científica”, etc. Con esta interpretación de la historia, la teoría revolucionaria
del proletariado resulta avasallada. Esta es una posición profundamente reaccionaria que nada
tiene que ver con el marxismo-leninismo-maoísmo. Para el cruzado por difundir la verdad sobre
las experiencias revolucionarias del proletariado y combatir sin cuartel las seudo explicaciones
burguesas de las mismas, la historia es presentada como la realización de las ideas y no el
producto objetivo de las luchas de clases.
Con esta explicación idealista de la historia, se deduce fácilmente porque Marx, Engels,
Lenin, Stalin, Mao Tsetung (y los que faltan) aparecen convertidos en auténticos dioses del
proletariado, a los que hay que encender veladoras, quemar incienso y rezar rosarios para que
hagan el milagro de construir una sociedad sin clases sociales. La concepción metafísica o
mecanicista de la historia sustentada por RL no es nueva en el seno del marxismo. Esta viene
de tiempo atrás. Fue Stalin, en realidad, quien la impuso como versión hegemónica en la URSS
y en el movimiento comunista internacional en la década de los treinta, aunque sus ideas
fundamentales venían desde la segunda mitad de los años veinte. Por ese motivo, el
marxismo-leninismo devino en religión de Estado en la Unión Soviética y su región subordinada.
El marxismo y el leninismo dejaron de ser una teoría revolucionaria al servicio del proletariado
para analizar y trasformar la realidad existente, con el propósito de llegar al comunismo.
En suma, Raymond Lotta es stalinista no marxista, es idealista no materialista dialéctico y
es positivista no materialista histórico. ¿Con estas armas teóricas se puede defender el proyecto
revolucionario del proletariado y combatir a la burguesía guardiana del sistema de explotación
capitalista? La respuesta es sencilla: No, imposible. O se termina confundiendo más a las masas
populares o de plano se acaba defendiendo, por otros medios, a quienes se dice combatir.
Pasemos ahora al análisis que presenta Raymond Lotta acerca de la revolución china. No obstante,
faltan alrededor de 20 minutos para concluir su conferencia. Así pues, en veinte minutos
escuchamos su explicación sobre la revolución china, las lecciones de la revolución cultural y
las “aportaciones” de Bob Avakian a la teoría del socialismo y el comunismo. Sin embargo, quiero
dejar claro un asunto importante: el problema central de la intervención de RL no es de carácter
cuantitativo (duración de la plática) sino cualitativo (concepción sobre los temas abordados).
Raymond Lotta se interroga ¿por qué se hizo la revolución en China? La respuesta a esta pregunta
es una muestra más del análisis subjetivo y parcial de RL. La revolución se llevó a cabo porque
la mayoría de la población eran campesinos que trabajaban tierras ajenas, vivían bajo la bota del
terrateniente, sobrevivían a duras penas, en los años de escasez, comían hojas y tenían que vender
a sus hijos; las mujeres eran golpeadas por los maridos; había matrimonios arreglados; el bajo
crecimiento económico; en las fábricas textiles se encerraba a las obreras; la gente vivía apiñada
en casuchas; había millones de personas adictas al opio, etc. En otras palabras, el atraso económico,
la explotación, la opresión, la miseria y la drogadicción desataron la revolución en China. RL sólo
distingue los elementos que integran las causas objetivas de la revolución. ¿Dónde quedaron las
causas subjetivas de la revolución? Resulta imposible encontrar una respuesta a esta interrogante.
El marxismo revolucionario, sin embargo, nos enseña que para que se pueda producir una revolución
se necesita la existencia y combinación dialéctica de causas objetivas y subjetivas. Para RL, la
presencia de un proletariado con consciencia de clase y organizado en un partido de vanguardia
dotado con la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo, la construcción de un pensamiento guía
o camino o teoría revolucionaria que conduzca el movimiento a la victoria, el análisis concreto de
la situación concreta, las alianzas de clases dirigidas por el proletariado y su partido, las
campañas de propaganda, la creación de instrumentos necesarios para la revolución (ejército popular,
frente único nacional, etcétera), no constituyen causas indispensables para desplegar el proceso
revolucionario del pueblo chino. Basta con la persistencia de condiciones objetivas. Si esto fuera
verdad, las cosas ya hubieran cambiado en el mundo desde hace mucho tiempo.
“El 1 de octubre de 1949, Mao Tsetung habló a millones de personas reunidas en la plaza Tiananmen
de la capital, tras dirigir 20 años de lucha armada para derrocar a los grandes terratenientes
opresores y sacar al imperialismo extranjero”. De esta forma, RL presenta el triunfo de la revolución
china. ¡Que capacidad de síntesis! O mejor dicho, que cualidad para no decir nada sustancial.
Con unas cuantas palabras Raymond Lotta hizo tabla rasa de las luchas, experiencias y
contribuciones de la prolongada revolución dirigida por el Partido Comunista de China guiado por
el marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao Tsetung. Hay un absoluto silencio sobre la
participación de los comunistas en el Kuomintang, la desviación de derecha de Chen Tuhsiu, los
errores de derecha de Stalin y la Internacional, las alianzas de Stalin con el Kuomintang de
Chiang Kaishek, el asesinato de miles de obreros en todo el territorio chino, los errores de
izquierda de Chu Chiupai, la formación del ejército rojo, la creación de zonas liberadas, la
desviación de izquierda de la línea Li Lisan, el oportunismo de izquierda de la línea Wang Ming,
las elaboraciones teóricas de Mao Tseung, el ascenso de la tendencia dirigida por Mao Tsetung a
la conducción del partido, la disputa entre Mao Tsetung y Chiang Kuotao, la larga marcha, el
establecimiento de la base de operaciones en Yenán, la lucha contra el imperialismo japonés, la
formación del frente único nacional, la derrota del Japón, la intervención de los Estados Unidos
en China, el triunfo militar del Ejército Popular de Liberación sobre el Ejército Nacionalista,
entre otros hechos ocurridos de 1924 a 1949. Seguramente, los asistentes a las conferencias
universitarias eran expertos en el movimiento comunista chino y, por consiguiente, no tenían
necesidad de conocer nada de los cuatro periodos de la revolución.
En el apartado la “revolución conquista el poder”, integrado por cinco párrafos, también
olvida conscientemente referirse al papel del partido comunista, del ejército popular y del
frente único. No hay una sola alusión a los “tres instrumentos de la revolución”. Sin los
cuales, por cierto, el proletariado y los campesinos chinos nunca hubieran obtenido la victoria
sobre sus enemigos de clase del interior (burguesía compradora, feudales, terratenientes,
kuomintang, militares, algunas fracciones de la burguesía nacionalista, etcétera.) y del
exterior (el imperialismo principalmente japonés y norteamericano). Por el contrario, el
nombre de Mao Tsetung aparece cinco ocasiones en tan sólo dos de los cinco párrafos.
Raymond Lotta pone las cosas en claro, su concepción idealista de la historia cobra sentido
en el análisis concreto. Para RL Mao Tsetung hizo la historia, la revolución y la República
Popular China. Mientras “Mao Tsetung… tras dirigir 20 años de lucha armada para derrocar” a
los enemigos del pueblo hablaba y advertía sobre los problemas del futuro, los “millones de
personas reunidas en la plaza Tiananmen” celebraban y vitoreaban sin ver más allá de ese
momento. La “multitud” escuchaba, no se preocupaba, ni pensaba, ni actuaba. La “multitud”
esperaba la línea correcta del “líder revolucionario con visión y metodología científica”. RL
deja de lado que esa “multitud” estaba integrada por “millones” de obreros, campesinos y
pequeños burgueses con las armas en la mano y que acababan de conseguir la más grande victoria
militar y política del proletariado contra sus enemigos de clase internos y externos, pero
además, que estaban decididos a llevar hasta sus últimas consecuencias la revolución
democrática con la finalidad de transitar al socialismo y al comunismo.
Enseguida Raymond Lotta sostiene: “Para Mao, la revolución no terminaba ahí. Entraba en
una nueva etapa de transformación socialista de la economía”. De estas dos afirmaciones
podemos desprender varios aspectos importantes para el análisis de la revolución china:
Primera. ¿Cuál era el carácter de la revolución victoriosa en 1949? RL no proporciona una
respuesta a esta interrogante. ¿Revolución de nueva democracia o socialista? RL sigue
guardando silencio. Indudablemente, la revolución victoriosa era democrática popular, por
supuesto, no era socialista.
Segunda. Nueve meses después del triunfo del pueblo chino, Mao declaraba: “en las antiguas
regiones liberadas (con una población de 160 millones) ya se ha realizado la reforma agraria,
estabilizado el orden público, comenzado a encauzar la construcción económica, mejorando en
cierta medida las condiciones de vida de la mayoría del pueblo trabajador, y se ha resuelto
(en el Nordeste) o está próximo a resolverse (en el Norte y en Shantung) el problema de la
desocupación de obreros e intelectuales. Particularmente en el Nordeste se ha iniciado ya
la construcción económica planificada. En cambio, en las regiones recién liberadas (con
una población de unos 310 millones) debido a que su liberación apenas data de unos meses,
medio año o un año quedan por aniquilar más de 400,000 bandoleros… el problema agrario
todavía no ha sido resuelto, la industria y el comercio esperan ser reajustados racionalmente,
el problema del desempleo sigue siendo grave y el orden público aún es inestable. En una
palabra, allí no están dadas las condiciones para llevar a cabo una construcción económica
planificada” (Luchemos por un Mejoramiento Fundamental de la Situación Financiera y
Económica del País). Por estas razones, Mao Tsetung sostenía que el trabajo revolucionario
del pueblo no había culminado todavía. Y aun más claro: “Nuestro régimen de dictadura
democrática popular es una poderosa arma para preservar las conquistas de la revolución
popular y combatir los complots de restauración de los enemigos internos y externos” (El
Pueblo Chino se ha Puesto en Pie).
Estas posiciones del máximo dirigente del partido comunista tenían su antecedente en dos
textos escritos por él mismo años atrás: Sobre la Nueva Democracia (1940) y Sobre el
Gobierno de Coalición (1945). Considero necesario hacer algunas referencias al texto
Sobre la Nueva Democracia: la revolución china tenía que “pasar por dos etapas: primero,
la revolución democrática, y segundo la revolución socialista; éstos son dos procesos
revolucionarios cualitativamente distintos”. Por ello, “La revolución China en su primera
etapa (subdividida en múltiples fases) es, por su carácter social una revolución
democrática-burguesa de nuevo tipo, y no es todavía una revolución socialista proletaria…
La primera etapa o primer paso de esta revolución, de ningún modo es ni puede ser el
establecimiento de una sociedad capitalista bajo la dictadura de la burguesía china, sino
el establecimiento de una sociedad de nueva democracia bajo la dictadura conjunta de todas
las clases revolucionarias del país dirigida por el proletariado; con ello culminará la
primer etapa. Entonces será el momento de llevar la revolución a su segunda etapa: el
establecimiento en China de una sociedad socialista”. En el terreno de la economía, el
Estado debía de ser el propietario de los “grandes bancos y las grandes empresas industriales
y comerciales”. No obstante, la República no confiscaría el “resto de la propiedad privada
capitalista, no prohibirá el desarrollo de aquella producción capitalista que ‘no pueda
dominar la vida material del pueblo’”. Asimismo, se adoptarían medidas “para confiscar las
tierras de los terratenientes y distribuirlas entre los campesinos que no tienen tierra o
tienen poca”, aplicando el principio de “La tierra para el que la trabaja”.
Tercera. La declaración de Raymond Lotta contraviene el maoísmo de los primeros años de
la revolución triunfante. Recordemos que RL sostiene que la revolución “Entraba en una nueva
etapa de transformación socialista de la economía”. Palabras que son una muestra sincera de
vulgar retórica. No presenta ningún argumento para demostrar tal aseveración. ¿Por qué hablar
de una nueva etapa de la construcción socialista en la economía?, ¿cuál había sido la etapa
previa de trasformación socialista? En efecto, la “revolución inmediatamente se propuso
cambiar la situación”, como dice RL, pero en una dirección democrática popular y no en una
socialista.
No obstante lo anterior, cuando RL analiza la revolución cultural, llega al fondo de la
mentira: “En 1949, la revolución obrero-campesina tumbó al gobierno. Estableció un sistema
político y económico socialista que dio poder a las masas y generó mucha mejora”.
En junio de 1950, al comentar las tareas inmediatas de la revolución, Mao Tsetung era
contundente: “Es erróneo y no concuerda con las condiciones de nuestro país el punto de
vista, sostenido por algunas personas, según el cual se puede anticipar la liquidación del
capitalismo para implantar el socialismo” (Luchemos por un Mejoramiento Fundamental…).
Había que lidiar entonces con el capitalismo. En otras palabras, significaba llevar adelante
la reforma agraria, ayudar a los campesinos pobres, conservar la economía del campesino rico,
afianzar el control económico y financiero, consolidar el equilibrio presupuestal, reajustar
los impuestos, eliminar gradualmente la anarquía económica provocada por la guerra, reajustar
la industria y el comercio, mejorar las relaciones entre el sector público y privado y entre
el trabajo y capital. Medidas democráticas implantadas a nivel nacional que, entre otras cosas,
permitirían ayudar a los “intelectuales y obreros desocupados” y mejorar las relaciones con
la “burguesía nacional” (No Atacar en las Cuatro Direcciones).
Todavía más, a fines de junio de 1950, Mao Tsetung insistía: “Nuestro país avanza a paso
firme de la manera siguiente: Ha pasado por la guerra, se halla ahora en el proceso de las
reformas de nueva democracia, y luego pasará, sin apresuramiento y con la debida preparación,
a un nuevo periodo, el socialismo, cuando su economía y cultura hayan alcanzado un gran
florecimiento y todas las condiciones estén dadas y cuando, habiéndolo meditado bien, lo
apruebe todo el pueblo”. Remachando: el momento para pasar al socialismo “llegará en un
futuro lejano” (Ser un Revolucionario Completo).
Para Raymond Lotta la revolución “estableció un nuevo poder: una forma de dictadura del
proletariado. Dio a los trabajadores y campesinos la autoridad de empezar a gobernar la
sociedad y de suprimir a los explotadores viejos y nuevos”. No obstante, Mao era muy preciso:
“El Gobierno ejercerá la dictadura democrática popular en todo el territorio chino”. Dictadura
conjunta de todas las clases revolucionarias representadas por los partidos y organizaciones
populares, el ejército popular, las diversas nacionalidades y las personalidades democráticas.
En 1949, el partido comunista no estableció una “forma de dictadura del proletariado” sino
una “dictadura democrática popular” de obreros y campesinos con la finalidad de “construir
una nueva china independiente, democrática, pacífica, unificada, próspera y poderosa” (palabras
de Mao Tsetung). Hasta dónde llega el subjetivismo de RL, quien afirma que los dirigentes del
partido enemigos de Mao planteaban el final de la revolución y la tarea de “construir una China
moderna y poderosa”.
Pero vayamos al fondo del problema. Y para ello abrimos un debate con múltiples implicaciones
(el cual requiere de un regreso a la revolución de Octubre, asumiendo el riesgo que implica
presentar una visión sintetizada de las posiciones en conflicto).
A pesar de todas las anteriores declaraciones sobre la revolución democrática, Mao Tsetung
comenzó a proclamar en su texto Luchemos Por un Mejoramiento Fundamental… que “bajo la
dirección del sector estatal de naturaleza socialista” todos los sectores de la economía debían
funcionar en forma coordinada. Así pues, Mao adoptaba una tesis stalinista, la cual negaba
rotundamente el leninismo. Para Stalin al igual que Mao la economía estatal era sinónimo de
economía socialista.
En primer lugar, Lenin había planteado días antes de la revolución de Octubre que, dadas las
condiciones objetivas y subjetivas existentes en Rusia, era imposible implantar el socialismo,
por consiguiente, era necesario caminar hacia una transición, la cual estaría integrada por
varias fases o etapas. En esta ruta, la implantación gradual de un capitalismo de estado bajo
la dirección de un “Estado democrático revolucionario” de obreros y campesinos “representaba
inevitablemente, infaliblemente, ¡un paso, pasos hacia el socialismo!”. Medidas como el reparto
agrario, la creación de granjas estatales y colectivas, el trabajo obligatorio, el salario a
destajo, la disciplina laboral, la jornada de ocho horas, el control obrero, la nacionalización
de los bancos y otros consorcios capitalistas, la construcción de grandes empresas controladas
por el Estado soviético o mixtas de capital estatal, privado y social (cooperativas), la
reactivación de la pequeña y mediana empresa, la ampliación de la educación, la reglamentación
de la circulación y el consumo, la abolición del secreto comercial representaban “un paso
gigantesco hacia el socialismo, un paso después del cual sería imposible, siempre y cuando
se mantuviese una democracia plena, tornar al capitalismo sin recurrir a una violencia
inaudita sobre las masas” (Cartas Desde Lejos, Tesis de Abril, VII Conferencia (Conferencia
de Abril) de toda Rusia del POSDR (B), La Catástrofe que nos Amenaza y Cómo Combatirla, Se
Sostendrán los Bolcheviques en el Poder). Tesis que siguió defendiendo después de la
revolución e incluso precisó y desarrolló en la estrategia general de reconstrucción aprobada
por el congreso de los soviets de toda Rusia (Las Tareas Inmediatas del Poder Soviético).
Aun más, cuando el pueblo soviético obtuvo la victoria sobre la contrarrevolución interna y
la intervención de las potencias imperialistas, las medidas radicales y coyunturales del
comunismo de guerra fueron sustituidas por la nueva política económica, que era, en lo sustancial,
un regreso a la línea planteada en los textos anteriormente citados. En el XI Congreso del Partido
Comunista (b) de Rusia -marzo y abril de 1922-, el Comité Central proclamaba: “Ahora se nos
plantea el problema de construir los cimientos de la economía socialista. ¿Se ha hecho esto? No,
no se ha hecho. Aún no tenemos una base socialista. Se equivocan de medio a medio los comunistas
que se imaginan que la tenemos”. Más claro imposible. Lenin consideraba la nueva política
económica como una estrategia general que implicaba una combinación contradictoria de medidas
económicas, políticas, sociales y culturales, cuyos objetivos principales eran, por un lado,
consolidar la dictadura democrática del proletariado a través de un sistema de alianzas de
clases, donde los campesinos eran el aliado principal de la clase obrera y, por otro, avanzar
gradualmente en la construcción de los cimientos de la transición al socialismo. Luego de cuatro
años y medio de poder revolucionario, no se habían construido los cimientos del socialismo mucho
menos el edificio completo o una parte de él.
En segundo lugar, el camino de Lenin no era el mismo de Stalin. Los términos del XI congreso
bolchevique fueron drásticamente alterados en la Historia del Partido Comunista (bolchevique)
de la URSS, y nos referimos a este libro porque en el resto de las obras de Stalin no
encontramos un solo cometario sobre los acuerdos del XI congreso: “Lenin señaló que la Nep era
una lucha desesperada, una lucha a vida o muerte, entre el capitalismo y el socialismo.
‘¿Quién vencerá a quién?’, así estaba planteado el problema. Para vencer, era necesario asegurar
los lazos entre la clase obrera y los campesinos, entre la industria socialista y la
economía campesina, desarrollando por todos los medios el intercambio de mercancías entre la
ciudad y el campo” (subrayados de MR). En esta obra fundamental de la formación ideológica
stalinista se reconoce la existencia de un sector socialista en la gran industria, dejando
fuera de su análisis, por principio de cuentas, a la mediana y pequeña industria y el resto de
la economía (la cual, suponemos nosotros siguiendo el argumento de Stalin, era capitalista).
Ahora bien, lo que se presenta en la Historia del Partido Comunista como “industria
socialista”, no era otra cosa que lo que Lenin estaba describiendo como capitalismo de Estado
bajo control y dirección del poder obrero y campesino. La gran confusión y equivocación de
Stalin radicaba en considerar el capitalismo de Estado (en la gran industria, pero, sobre todo,
en proceso de formación) como sector socialista de la industria (plenamente consolidado).
Varios años atrás, Lenin, siguiendo a Engels (Del Socialismo Utópico al Socialismo
Científico), había advertido contra el error de que el capitalismo de Estado pudiese ser
denominado “socialismo de Estado”; ni el capitalismo de Estado bajo control obrero y campesino
era socialismo, como hemos insistido, sino un paso hacia el socialismo (El Estado y la
Revolución). Una medida necesaria para construir los cimientos del socialismo.
No obstante, la posición de Stalin se convirtió en dominante en el partido, el Estado, la
clase obrera, los campesinos y, por supuesto, en la Internacional Comunista para la segunda
mitad de la década de los veinte.
Un ejemplo claro y contundente. A dos años de la muerte de Lenin, Stalin presentó a nombre
del Comité Central el siguiente informe al XIV congreso bolchevique (diciembre de 1925): “En
nuestro sistema de economía existe cierto abigarramiento, pues tenemos, cinco tipos de economía.
Hay un tipo de economía casi natural; me refiero a las haciendas campesinas, cuya producción
mercantil es muy pequeña. El segundo tipo es la producción mercantil; en ella, la producción
destinada al mercado desempeña el papel decisivo en la economía campesina. El tercer tipo de
economía es el capitalismo privado, que aun no ha sido muerto, que se ha reanimado y
seguirá reanimándose hasta cierto punto, mientras exista en el país la Nep. El cuarto tipo de
economía es el capitalismo de Estado, es decir, el capitalismo que hemos consentido y que
podemos controlar y limitar como disponga el Estado proletario. Finalmente, tenemos el quinto
tipo, la industria socialista, es decir, nuestra industria estatal, en cuya producción no
aparecen dos clases hostiles -el proletariado y la burguesía-, sino una sola clase: el
proletariado”. A partir de este momento prácticamente no existe un texto de Stalin donde no
repita, precise y desarrolle la tesis sobre el carácter socialista de las empresas estatales.
Por ello, según Stalin, el socialismo completo se estableció cuando se hizo a un lado la Nep,
se lanzó la campaña de industrialización acelerada, se colectivizó la tierra, se concentró los
medios de producción en manos del Estado, se estableció la planificación central. En otras
palabras, Stalin implantó el capitalismo de Estado con dirección burguesa a través de un proceso
acelerado de acumulación originaria de capital y de acumulación de capital propiamente dicho.
Por consiguiente, el procedimiento de concentración y centralización del capital en manos del
Estado significó expropiación, explotación, opresión y violencia inaudita sobre las masas
trabajadoras de la ciudad y el campo.
Dos cosas sobre el texto de Stalin. Primera. Stalin le corrigió la plana a Lenin desde la
derecha. Veamos el planteamiento de Lenin: “Ningún comunista ha negado tampoco, a mi parecer,
que la expresión República Socialista Soviética significa la decisión del Poder soviético de
llevar a cabo la transición al socialismo, más en modo alguno el no reconocimiento del
nuevo régimen económico como socialista. Sin embargo, ¿qué significa la palabra transición?
¿No significará, aplicada a la economía, que en el régimen actual existen elementos, partículas,
pedacitos tanto de capitalismo como de socialismo? Todos reconocen que sí. Mas
no todos, al reconocer eso, se paran a pensar qué elementos de los distintos tipos de economía
social existen en Rusia. Y en eso está todo el meollo de la cuestión. Enumeremos esos elementos:
1) economía campesina, patriarcal, es decir, natural en grado considerable; 2) pequeña producción
mercantil (en ella figuran la mayoría de los campesinos que venden cereales); 3) capitalismo
privado; 4) capitalismo de Estado; 5) socialismo… No es el capitalismo de Estado el que lucha
contra el socialismo, sino la pequeña burguesía más el capitalismo privado los que luchan
juntos, de común acuerdo, tanto contra el capitalismo de Estado como contra el socialismo… Los
obreros tienen en sus manos el Poder del Estado, tienen la absoluta posibilidad jurídica de
‘tomar’ todo el millar, es decir, de no entregar un solo Kopek que no esté destinando a fines
socialistas. Esta posibilidad jurídica que se asienta en el paso de hecho del Poder a los
obreros, es un elemento del socialismo… El capitalismo de Estado es incomparablemente
superior, desde el punto de vista económico, a nuestra economía actual. Eso en primer
lugar. Y en segundo lugar, no tiene nada de temible para el poder soviético, pues el Estado
soviético es un Estado en el que está asegurado el Poder de los obreros y de los campesinos
pobres” (El Infantilismo “Izquierdista” y el Espíritu Pequeñoburgués, subrayados de Lenin
y de MR).
Segunda. El texto de Stalin es un verdadero compendio de liberalismo, mecanicismo e idealismo:
para Stalin el capitalismo (privado y estatal) tenía que morir cuando se mandara al diablo
la nueva política económica (Nep), en consecuencia, no podía transformarse en otra cosa diferente,
precisamente en socialismo. El capitalismo iba a desaparecer por decreto. Sin embargo, Stalin
no veía en la pequeña producción mercantil un elemento capitalista (destinaba la producción
principalmente al mercado), pequeño burgués, que engendraba relaciones capitalistas. Por otro
lado no era correcto, desde el punto de vista del marxismo y el leninismo, desaparecer en las
empresas estatales las clases sociales, la lucha de clases y la explotación de los trabajadores
asalariados. Como tampoco era correcto liquidar el capitalismo en el proceso de transición
socialista. Si el socialismo es el periodo de transición entre capitalismo y comunismo, resultaba
evidente que el capitalismo seguiría existiendo más allá de la desaparición de la Nep. “El uno
no puede existir sin el otro”, es decir, el proletariado no puede existir sin la burguesía y el
comunismo no puede existir sin el capitalismo en el socialismo. Stalin desaparecía uno de los
elementos de la contradicción, cuando esta contradicción no había desaparecido. Stalin, simple
y sencillamente, no entendía la dialéctica, no comprendía la identidad y la lucha entre los
aspectos de la contradicción.
En 1950, Mao Tsetung cayó en el error de Stalin. El sector estatal de la economía era
considerado socialista, en un contexto de revolución de nueva democracia, es decir, de
reproducción controlada de sociedades precapitalistas y capitalista por el Estado democrático
popular, al mismo tiempo, que se iban creando las condiciones de transito al socialismo. Y
donde el paso al socialismo llegaría en “un futuro lejano”.
La construcción de una sociedad de nueva democracia en China que, cuando llegara el momento
adecuado, se transformaría en socialista y comunista, no podía depender “de prestamos ni ayuda
del imperialismo” en general ni del imperialismo soviético en particular. En efecto, el
imperialismo soviético, más pronto que tarde, se apropió de los mecanismos adecuados para
implantar su modelo de capitalismo de Estado o falso socialismo sin importar las condiciones
objetivas, subjetivas e históricas del pueblo chino. Una aclaración importante. En esos momentos,
el modelo soviético-stalinista era reconocido tanto por los chinos como por todos los países
del mundo como un modelo socialista. Mao se encargaría de demostrar el carácter capitalista e
imperialista de la formación social soviética, antes de que terminara la década de los cincuenta.
De esta forma, China era incorporada a la órbita imperial de la Unión Soviética. Se pasaba de
unas manos imperialistas a otras manos imperialistas. ¿Para esto se había hecho la revolución
proletaria?
A pesar de los enormes logros obtenidos en los primeros años de reconstrucción económica,
política, social y cultural en el interior del Partido Comunista de China se inició el debate
con respecto al camino a seguir. Un grupo de dirigentes capitaneado por Peng Tehuai era
partidario de seguir impulsando el modelo soviético, es decir, stalinista (aunque Raymond
Lotta no lo reconozca así, porque él habla del “modelo soviético de desarrollo” en abstracto
no se atreve a caracterizarlo o da por hecho que se trata de un modelo socialista) mismo que
se identificaba por: industrialización rápida, concentrar y centralizar los recursos en las
fábricas grandes y modernas, introducir la tecnología avanzada, desarrollar los centros
urbanos, dejar en segundo plano la agricultura y el campo, ceder la planificación centralizada
a los expertos, formar un vasto ejército de especialistas para administrar el aparato estatal,
motivar a los trabajadores por medio de incentivos materiales y diferencias salariales,
suprimir la iniciativa y la capacidad consciente de las masas. También RL olvida mencionar
los elementos políticos, ideológicos y culturales que complementaban el modelo soviético de
desarrollo capitalista, por ejemplo: el carácter burgués del aparato estatal, la dictadura
del secretario general a través del partido único y el Estado, el culto a la personalidad, el
predominio de la antidemocracia y el autoritarismo, la represión violenta contra cualquier
forma de disidencia, la concepción religiosa del marxismo-leninismo como forma para negar el
contenido revolucionario del mismo marxismo-leninismo, la educación elitista, los métodos
burgueses de enseñanza-aprendizaje, el predominio de la filosofía metafísica, la interpretación
positivista de la historia. Por consiguiente, el grupo de dirigentes identificado con los
soviéticos y su modelo era partidario de un camino capitalista subordinado de desarrollo
histórico y social.
Otro grupo de dirigentes encabezados por Mao Tsetung comenzó a distanciarse y a criticar en
forma cada vez más contundente el modelo soviético-stalinista y su réplica china. Este grupo
iba más allá de un simple reconocimiento de las “fallas del modelo que se ponía en práctica en
la Unión Soviética y también en China en los años 50”, como sostiene anodinamente RL. Para Mao
y sus seguidores no se trataba de encontrar las “fallas del modelo” para corregirlas, sino de
construir un camino diferente al socialismo. Tampoco se trataba de perseguir una vía distinta
de “desarrollo económico y social”, sino de levantar una nueva sociedad en su conjunto. Eran
seguidores de una línea revolucionaria para edificar el socialismo en ruta al comunismo.
En la segunda mitad de la década de los cincuenta, la disyuntiva política más importante
estaba planteada para el Partido Comunista de China: o desarrollo capitalista dependiente de
la URSS o marcha autónoma al socialismo. La contradicción entre la línea Mao Tsetung y la
línea de la burguesía soviética se volvió rápidamente antagónica, Y en efecto, no tardó en
darse la ruptura virulenta entre los dos países, que llevó en forma directa a la división del
movimiento comunista internacional.
Para transformar a China en un “poderoso país socialista”, en abril de 1956, Mao Tsetung
propuso un viraje de 180 grados con respecto al modelo soviético: una estrategia general
integrada por diez puntos, que llevó por nombre Sobre Diez Grandes Relaciones. Las
diez relaciones o contradicciones eran: la relación de la industria pesada con la industria
ligera y la agricultura, relación entre la industria de la costa y la industria del interior,
la relación entre la construcción económica y la construcción de la defensa nacional, la
relación entre el Estado, las unidades de producción y los productores; la relación entre
las autoridades centrales y las autoridades locales, la relación entre las nacionalidades
Jan y las minorías nacionales, la relación entre el partido comunista y los partidos no
comunistas, la relación entre revolución y contrarrevolución, la relación entre lo correcto
y lo erróneo, la relación entre China y el extranjero. En medio de una cruenta lucha de
clases, se iniciaba el rompimiento con el modelo soviético de falso socialismo y con la
misma URSS.
Con el Gran Salto Hacia Adelante de 1958 se reorientó el proceso zigzagueante de transición
hacia el socialismo y el comunismo en China. En términos generales comparto el contenido del
texto sobre el salto adelante y las comunas populares presentado por RL. Pero discrepo en el
terreno de su significado histórico. ¿Por qué? RL plantea que desde 1949 se “estableció un
sistema político y económico socialista”. Antes había señalado modestamente que en China se
“Entraba en una nueva etapa de trasformación socialista de la economía”. ¿Cuándo se realizó
este gran salto adelante en el pueblo chino? No se sabe, porque RL no acostumbra dar
explicaciones sobre estos cambios cualitativos ¿insignificantes? O debemos entender que una
“nueva etapa de transformación socialista de la economía” significa lo mismo que se
“estableció un sistema político y económico socialista”. En pocas palabras, RL sustenta que
China era socialista. Eso es lo importante.
Por el contrario, yo formulo la siguiente explicación. Si la revolución triunfante en 1949
era de nueva democracia o democrática popular, los primeros años se utilizaron para generalizar
el sistema de nueva democracia por todo el país (había comenzado a construirse en las zonas
controladas por el partido después de instalarse en Yenán, y desplegar la lucha contra el
imperialismo japonés). Cuando se realizaba esta tarea, los soviéticos maniobraron para imponer
su modelo stalinista con la anuencia de los comunistas chinos, que pensaban que dicho modelo
era realmente socialista. El establecimiento del modelo soviético requería de tiempo, no
podía realizarse de la noche a la mañana por muy acelerado y duro que fuera el proceso de
implantación. Esto significaba que la revolución de nueva democracia se orientaba hacia el
capitalismo de Estado subordinado a los soviéticos y no al socialismo. Antes de que se
consolidara este proceso, el grupo de dirigentes maoístas inició su deslinde y pasó rápidamente
a combatir esta tendencia de desarrollo histórico y social. En 1956, Mao lanzó la línea general
de las Diez Grandes Relaciones. En los hechos, se pronunciaba por detener el proceso de
construcción-consolidación del capitalismo de Estado dependiente y rencausar el camino hacia
la nueva democracia en transito al socialismo. En otras palabras, recomponer las cosas para
construir los cimientos del socialismo.
La línea general de las Diez Grandes Relaciones (implantada de arriba hacia abajo y de abajo
hacia arriba) acompañada inmediatamente después de la formación de las comunas populares
(implantadas de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo), sobre todo con esta última medida,
se alentó la primera oleada de transformaciones comunistas con la finalidad de modificar la
revolución en socialista, en medio de una desatada lucha de clases por el poder (que incluía
el apoyo de los soviéticos a sus partidarios). Es decir, el grupo maoísta aprovechó su
hegemonía en el poder político para desplegar el Gran Salto Hacia Adelante y colocar al
socialismo como periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo.
Este proceso, sin embargo, tampoco pudo consolidarse por el recambio en el poder y la crítica
despiadada llevada a cabo por los seguidores del camino capitalista, respaldados por sus socios
soviéticos y los gobiernos de los países imperialistas de Occidente. Curiosamente, tirios y
troyanos coincidieron en condenar la línea maoísta del Gran Salto Hacia Adelante. Casi todas
las medidas del Gran Salto Hacia Adelante fueron puestas en la mira de los seguidores del camino
capitalista, especialmente las comunas populares, que comenzaron a ser desmontadas o transformadas
en otra cosa (Mao fue remplazado por Liu Shoachi en la presidencia de la República, pero conservó
una pequeña mayoría en el Comité Central y la presidencia del partido).
En este contexto se dio la ruptura con la Unión Soviética en 1960. “En represalia, como plantea
RL, los soviéticos cortaron la ayuda, retiraron sus asesores, se llevaron los planes de
instalaciones industriales a medio construir y dejaron una dura carga de deudas”. Todo ordenado
por Jruschev, nuevo representante de la burguesía burocrática soviética. Eso agravó las
dificultades, no sólo económicas (como simplifica siempre RL) sino también políticas, sociales,
culturales y educativas. El siguiente paso fue la división del movimiento comunista internacional.
Entre 1956 y 1966, el zigzagueo por el poder o la lucha entre las dos líneas alcanzó un
ritmo frenético. Ninguna de ellas podía establecer su predominio durante mucho tiempo en
el ejercicio del poder político y, por consiguiente, su proyecto de desarrollo histórico
y social. La contradicción principal en el seno del partido comunista era: o caminar
hacia el socialismo como periodo de transición al comunismo o desandar hacia la restauración
completa del capitalismo (en forma de capitalismo de Estado). El futuro del régimen no
estaba asegurado todavía. Vale repetir una aclaración elemental: el socialismo es un
periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo, por un lado significa la
existencia y reproducción cada vez más limitada del capitalismo, por otro el inicio y
desarrollo del comunismo. El periodo de transición comprende varias etapas en su marcha
hacia delante o hacia atrás. La transición socialista termina cuando lo nuevo se impone sobre
lo viejo, o sea, el comunismo se consolida y el capitalismo desaparece, o viceversa, cuando
el triunfo corresponde al capitalismo y se disuelven los elementos comunistas. En la transición
socialista, la lucha de clases entre los seguidores de la revolución proletaria y la
contrarrevolución burguesa por conquistar y conservar el poder del Estado lo decide todo.
En esta situación compleja, donde la lucha entre los seguidores de Mao y sus opositores se
manifestaba a través de repetidas ofensivas y contraofensivas, el momento de un enfrentamiento
decisivo había llegado. En 1966, se desencadenó la lucha contra Peng Cheng -alcalde de Pekín y
miembro del Comité Permanente del Buró Político- quien además era una de las figuras más
representativas del grupo cuya oposición a la política de Mao Tsetung había terminado por
endurecer y volverse cada vez más insistente. La Revolución Proletaria Cultural (RPC) alzó
el vuelo.
Comparto, en términos generales, los comentarios de RL sobre el contenido de la RPC. Pero
discrepo en algunas cuestiones que considero fundamentales. RL dice que “A mediados de los años
60, esos seguidores del camino capitalista… estaban maniobrando para tomar el poder.
Querían reinstalar los sistemas de explotación”. Uno. Los seguidores del camino capitalista
estaban luchando por imponer su hegemonía definitiva desde la época del “gran salto adelante”.
Su fuerza y presencia en el Estado y el partido había crecido durante los años que precedieron
la RPC, al grado que podían aplicar su propia línea política y oponerse, atenuar, obstruir,
sabotear la aplicación de la política de Mao. Dicha oposición no se expresaba públicamente
con toda claridad. Los adversarios de Mao no se presentaban como tales, por el contrario, se
declaraban sus partidarios. Es lo que los chinos denominaban “oponerse a la bandera roja
agitando la bandera roja”.
Dos. ¿Cómo reinstalar lo que no se ha destruido? Insistimos, el sistema capitalista
no desaparece cuando la revolución entra en su fase socialista. El capitalismo sigue
reproduciéndose en la estructura económica, política, jurídica, social, cultural, educativa,
ideológica, etcétera. Pero esa reproducción esta controlada y orientada por la existencia del
poder obrero y campesino (alianza de clases revolucionarias dirigida por el proletariado). Al
mismo tiempo comienzan a surgir los embriones o elementos comunistas, proceso de formación
que viene de arriba hacia abajo (por iniciativa del Estado y aceptado por las masas
trabajadoras) o de abajo hacia arriba (por iniciativa de las masas y aceptado por el Estado
y el partido). Entonces, los “sistemas de explotación” capitalista (relaciones de producción
basadas en el trabajo asalariado) existían al momento de lanzar la RPC, e incluso eran
dominantes. Pero además predominaban el despotismo de fábrica, estímulos materiales,
diferencias salarias dependiendo de las capacidades y habilidades de los individuos,
administración unipersonal de las unidades productivas, instituciones burocratizadas, nueva
burguesía de Estado, prácticas burguesas en el partido, educación aburguesada a todos los
niveles, universidades elitistas, exámenes de oposición para ingresar a la educación superior,
métodos de enseñanza-aprendizaje burgueses, costumbres y tradiciones capitalistas y
precapitalistas, diferencia entre ciudad y campo, contradicción entre trabajo intelectual
y manual, diferencias entre mujeres y hombres, viejas formas de arte y cultura, supremacía
del autoritarismo y la antidemocracia, etcétera. Todos estos elementos componían, pues, el
sistema capitalista controlado por el Estado democrático popular. Por esa razón, la RPC
alcanzó todos los niveles de la sociedad. No se desplegó exclusivamente en el terreno de
la superestructura ideológica.
¿Qué fue la revolución cultural? Desde mi perspectiva, se trató de la segunda oleada
desatada por el Estado democrático popular y las masas populares conscientes para impulsar
la generación-consolidación de elementos comunistas (la primera, como vimos, había sido con
la instauración de las comunas populares, por lo tanto se trató de una experiencia más
específica y limitada). La revolución cultural desarrolló, como nunca antes, incluida la
revolución Rusa, la etapa socialista. Es la principal experiencia del proletariado con el
propósito de realizar un bombardeo más sistemático y destructivo contra el capitalismo por
un lado, y por otro el esfuerzo más amplio y contundente para construir un sistema comunista.
La lucha de clases entre la línea revolucionaria y la contrarrevolucionaria jamás había
alcanzado tales extremos de confrontación. Durante casi 10 años, el proletariado y sus
aliados dirigidos por el partido comunista y su teoría marxista-leninista-maoísta (sin duda
alguna, entre 1956 y 1976, la lucha de clases a nivel nacional e internacional permitió al
maoísmo transitar de pensamiento guía a tercera etapa en el desarrollo del marxismo)
mantuvieron la iniciativa para crear y consolidar partículas comunistas.
En 1976, los seguidores del camino capitalista lograron derrocar al poder proletario
(proceso que hace falta estudiar a fondo, para no caer en la trampa de las explicaciones
subjetivas: el golpe de Estado). Se inició la transición regresiva. La transición socialista
sufrió un proceso de involución histórica hacia a la restauración completa del modo de
producción capitalista y la eliminación de los elementos comunistas. La burguesía obtuvo un
triunfo decisivo sobre el proletariado. Después de 30 años permanece en el poder todavía
(más los que se acumulen porque, desgraciadamente no hay condiciones objetivas y subjetivas
para una nueva revolución proletaria).
Al final, para rematar su perorata, Raymond Lotta hizo una declaración inconcebible en
un maoísta y que, además, se echó a cuestas la tarea de salir a combatir las “calumnias y
conclusiones superficiales, y promover un análisis verídico” sobre los logros históricos de
la revolución comunista: “¿Hubo fallas o se cometieron errores durante la Revolución Cultural?
Sí, y a veces bastantes serios. Pero en el contexto de los enormes logros, y en comparación
con los horrores de la sociedad capitalista, esos problemas eran secundarios”. RL se despidió
de su auditorio ratificando que no entiende la dialéctica materialista. Hasta su maestro
Stalin hubiera salido a protestar ante tal razonamiento con su clásica expresión: Los
Éxitos se nos Suben a la Cabeza. Agregando que como RL sólo distingue los “enormes logros”
de la RPC, lo único que manifiesta es un “estado de animo” peligroso y perjudicial que, por
consiguiente, es necesario acabar con ese estado de ánimo (palabras subrayadas por
Stalin).
En efecto, la lógica de RL sobre las fallas de la revolución cultural es inaceptable desde
el punto de vista del marxismo: ante los contundentes éxitos obtenidos sobre la reacción y
los horrores del capitalismo, para que preocuparse de los despreciables errores. El error de
RL consiste en no ubicar el sentido profundo de los errores “bastante serios” que se
cometieron durante la revolución cultural que fueron la causa principal de la derrota del
camino proletario. RL no comprende las palabras de Mao: “Si el hombre quiere tener éxito en
su trabajo, es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus ideas
con las leyes del mundo exterior objetivo; si no consigue esto, fracasa en la práctica.
Después de sufrir un fracaso, extrae lecciones de él, modifica sus ideas haciéndolas concordar
con las leyes del mundo exterior y, de esta manera, puede trasformar el fracaso en éxito: he
aquí lo que se quiere decir con ‘el fracaso es madre del éxito’ y ‘cada fracaso nos hace más
listos’” (Sobre la Práctica). Los graves errores cometidos durante la RPC no pueden
convertirse en un problema secundario o de plano olvidarse. Al contrario, deben ser la
preocupación central de un análisis proletario, porque de los errores aprendemos más, siempre
y cuando no cometamos los mismos errores.
Las últimas palabras de Raymond Lotta estuvieron dedicadas a presentar la “visión vibrante”
de Bob Avakian sobre el socialismo y el comunismo. Pero si Bob Avakian “ha desbrozado nuevos
terrenos del marxismo-leninismo-maoísmo” como lo plantea RL, sólo puedo decir que veo puro
socialismo utópico y nada más. Pero como es incorrecto e inconsecuente discutir la obra de un
autor sobre la base de un brevísimo comentario elaborado por otro autor, es preferible terminar
mis reflexiones críticas al texto-conferencia de RL. Reflexiones que pretenden desentrañar
algunas de las experiencias revolucionarias del proletariado, en el largo y sinuoso camino por
construir un mundo comunista.
La iniciativa de Raymond Lotta y compañía, siguiendo los argumentos presentados en su
conferencia, para dar a conocer la verdad sobre los logros históricos de la revolución comunista,
es un insulto a todos los camaradas que luchan por un mundo mejor desde las barricadas del
marxismo-leninismo-maoísmo. De hecho, más que ayudar a poner las cosas en claro, sus insensatas
declaraciones contribuyen a obscurecer, distorsionar e incluso crear una auténtica confusión.
Pero eso no es todo, la confusión sirve para articular una línea de derecha en el interior del
marxismo-leninismo-maoísmo.
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